Por Jordi Serrallonga
Hace más de veinte años que, para mis alumnos en la universidad, inicié una serie de salidas académicas –viajes de estudio– que tenían un destino tan próximo como peculiar: su propia ciudad. En efecto, la industria del turismo ha hecho que, muchas veces, relacionemos el concepto de viajar con un destino lejano y exótico, pero la aventura está más cerca de lo que, a priori, podríamos pensar.

Por ejemplo, la primera sorpresa de alumnas y alumnos era toparse con el título que quise dar a estas salidas: Safaris Urbanos. ¿Tenían que hacerse con un salacot? ¿Con ropas de explorador decimonónico? Por supuesto que no. Safari es una palabra swahili (lengua franca del África Oriental) que significa ‘viaje’, aunque nosotros, ayudados por el cine y la literatura, hayamos circunscrito su uso a las expediciones por las sabanas y junglas del continente africano. La segunda sorpresa era comprobar que cerca de casa; a quince minutos andando, o a una distancia de cuatro o cinco paradas de transporte público, uno es capaz de toparse con maravillas e historias equiparables a las que podemos experimentar ante la visión del Machu Picchu o al deambular entre las pirámides de Egipto. ¿Estamos exagerando? No.
La clave está en el guía del Safari Urbano. Igual que los guías expertos, al más estilo Allan Quatermain, pueden descubrirnos los secretos del comportamiento del elefante, o las maravillas arqueológicas de la Gran Falla del Rift, en un núcleo urbano nos revelan detalles y anécdotas que, con toda probabilidad, desconocíamos. Sin ir más lejos, cuando, con el tiempo, registré la marca Safaris Urbanos y empecé a guiar otros viajes científicos por Barcelona, Londres, París, Florencia, etc. pronto ratifiqué dos cosas. Por un lado, expedicionarios –doctos en viajar por todo el planeta– que, hasta ese momento, habían vivido de espaldas a lugares emblemáticos de su propia urbe, así como a las historias que encerraban. De otro lado, viajeras y viajeros que habían apostado varias veces por una misma ciudad extranjera pero que, quizás

arrastrados por los iconos más tópicos, jamás habrían sospechado que el revisitarla con otro guión, o libro de ruta, esto supondría una experiencia tan virgen como apasionante: ir tras la pista de Darwin en Londres, Oxford y Cambridge, de Leonardo da Vinci y Galileo en Florencia, de Goethe en Napoles… o de homínidos fósiles por Burgos.
Y es que la aventura no es solo coto de travesías por desiertos, selvas o altas montañas, o el desplazarnos hasta el topónimo más recóndito e inexplorado, sino que también es propia de otro hábitat natural de nuestra especie: la jungla de asfalto. La aventura del conocimiento vive, se esconde, en destinos lejanos y cercanos. ¡Descúbrela!
Jordi Serrallonga
Arqueólogo, naturalista y explorador. Profesor de Periodismo de Viajes en la Universitat Autònoma de Barcelona
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