Pura lógica algorítmica y un código de comunicación propio parecen ser las claves de un nuevo ciberactivismo impulsado por fanáticos del K-pop para expresar su disgusto y promover causas sociales en el ciberespacio, ostentando un nivel de eficacia que varios estrategas políticos de seguro envidian. Es que en las batallas que se libran en las redes sociales para impulsar tendencias o generar engagement, estos activistas digitales cuentan con notables victorias en su haber.
Como parte del universo zoomer o generación Z, que agrupa a jóvenes de entre 13 a 25 años, los también denominados Kpopers son los apasionados seguidores de las bandas musicales de Corea del Sur y el movimiento cultural que representan, lo que se expresa en el aprendizaje de canciones, bailes, gestos culturales, palabras o el propio idioma coreano. Sin dejar de lado los valores que enarbolan estos grupos musicales, conforme lo afirma T.K. Park, autor del blog Ask a Korean! al diario The New York Times, destacando que los mensajes del K-pop si bien no son del todo políticos, suelen centrarse en el empoderamiento y autoconfianza.
Asimismo, el K-pop, nacido en la década de los 80, es para Park “una música de origen digital”, lo que se relaciona con la temprana adopción del servicio de banda ancha a nivel nacional en Corea del Sur, que permitió que sus seguidores trasladaran su pasión por estos grupos al ciberespacio desde sus redes sociales, siendo Twitter la principal, seguida de otras como Instagram, TikTok, Facebook y otras. Es así como aprendieron tácticas y generaron estrategias online para impulsar la notoriedad, acciones o eventos de sus grupos favoritos o sabotear las publicaciones de otros K-fandoms (clubes de fanáticos del K-pop).
Aunque no tienen un sistema jerárquico, sino mas bien horizontal, los kpopers funcionan a modo de ejército, en términos de coordinación. Es decir, se unen para concretar lo que en su jerga se denomina “proyectos”. Por ejemplo, convertir a sus ídolos en tendencia, vender entradas en minutos, incrementar visualizaciones de sus videos. Su fuerza es tal que, en base a información de Twitter, los fandom publicaron 6.1 mil milliones de tuits entre julio del 2019 a junio del 2020, convirtiendo al K-pop en el género musical más tuiteado del mundo.
Foco en el activismo
Conscientes de ese poder de convocatoria online, los stans o apasionados seguidores de esta corriente musical coreana empezaron a girar su brújula hacia proyectos enfocados en sus valores. Por ejemplo, a mediados de año impulsaron una petición online y organizaron un boicot contra la página de adultos PornHub en apoyo a Mia Khalifa para solicitar a esta plataforma retirar los videos de la ex actriz porno. Y esta no fue la única batalla activista.
En junio de este año, también boicotearon el hashtag orgullo hetero (o “pride hetero” en inglés) impulsado por grupos que pretendían lanzar en el Día Internacional del Orgullo LGBTI+ una contracampaña en redes sociales para opacar esta iniciativa. Sin embargo, los kpopers se apropiaron de este término, posteando a su lado videos de sus cantantes favoritos.
La política es la batalla que han empezado a librar. Probablemente, las más mediáticas se dieron en Estados Unidos. Aquí, los kpopers sabotearon la iniciativa de la policía estadounidense que lanzó una aplicación para que los ciudadanos de este país les enviaran videos de actividades “ilegales” sucedidas durante las protestas del Black Lives Matter (BLM), lo que fue interpretado como una sospechosa alusión a los manifestantes de este movimiento, que -al igual que otros- podrían ser grabados y registrados en la base de datos policial.
En ese contexto, los y las también llamadas stans se unieron para sabotear la aplicación, por medio del envío abrumador de videos de diversas agrupaciones Kpop, desbordando y haciendo colapsar a la app de la policía estadounidense; etiquetaron los términos usados por los supremacistas blancos con audiovisuales K-pop; y recaudaron en 24 horas un millón de dólares para el movimiento BLM, a fin de igualar el donativo efectuado por la famosa agrupación musical coreana BTS para esta causa.
El accionar de las y los kpopers se traslada al espacio físico si su pasión lo dictamina así. Por ejemplo, a mediados de junio, en plena campaña electoral estadounidense, diversos seguidores del K-pop, al parecer estadounidenses, aplicaron sus tácticas contra el aún mandatario Donald Trump, reservando boletos para su mitin en Oklahoma con el objetivo de inflar las expectativas de asistencia al evento, al cual no acudieron, ¿resultado? la actividad fue un fracaso.
Tal parece que Estados Unidos fungió de bautizo político para los K-fandoms, puesto que aquí mostraron lo que podría ser considerada su estrategia y algunas de las principales tácticas de ataque online que emplean cuando quieren protestar o expresarse políticamente. Desde ahí, su actividad en la arena de la política ha destellado en diversos y ajenos lugares y eventos.
En Europa también se han dejado sentir. Por ejemplo, en España, los kpopers se han convertido en un dolor de cabeza para el partido político Vox al que ya le han jugado algunas malas pasadas, inundando sus cuentas de redes sociales con diversos fancams, que son videos editados en donde se superpone sobre una primera fotografía o audiovisual una segunda imagen con la coreografía de alguna banda o artista K-pop sea que tengan relación o no. La característica random o extraña de estas imágenes apunta a sabotear o llenar de spam las publicaciones de los rivales, que suelen estar representados en la primera capa visual.
Inspirados por el ciberactivismo de sus pares estadounidenses durante el Black Lives Matter, los seguidores K-pop españoles coordinaron en junio proyectos para llenar de spam las cuentas de Vox. De pronto, las publicaciones de esta agrupación política se llenaron de fancams, en donde aparecían diversos grupos o cantantes coreanos cantando o bailando sobre imágenes del líder de Vox, Santiago Abascal, en algunas ocasiones maquillado; encima de la bandera de esta agrupación o superpuestas en la antigua tumba de Franco.
Con diversos hashtag como #VoxIsNotSpain o los más populares #FachaQueVeoFachaQueFancameo y #AbascalPrincesa. Los dos primeros están enfocados en ensuciar las campañas o posts de la agrupación política derechista en Twitter y otras redes sociales, como TikTok, en donde también actúan las K-fandom; mientras que el último tiene como objetivo ensuciar las búsquedas relativas al líder de la agrupación política derechista.
El fenómeno kpoper se ha dejado sentir en América Latina. Por ejemplo, durante las protestas sociales sucedidas en Chile contra el gobierno de Sebastián Piñera, las comunidad K-pop y otaku (grupo aficionado en especial al anime, manga o dorama) ejercieron su activismo en las redes sociales de ese país, compartiendo vídeos y contenidos de apoyo sobre el suceso.
Su presencia fue tan notoria que altos representantes del Estado chileno reinterpretaron a su modo, los resultados del informe de Big Data sobre las protestas mencionadas en redes sociales, en donde deslizaban la influencia extranjera de Corea y gobiernos foráneos sobre la crisis sociopolítica de Chile, debido a los innumerables comentarios de personas fuera de ese país y varios kpopers. Dicha interpretación se convirtió en objeto de burlas y críticas de diversos sectores, entre ellos los propios k-fandoms que ironizaron en redes sociales respecto al informe estatal.

Las últimas actividades de esta comunidad transfronteriza con afición coreana, se está sintiendo en Perú. El ciberactivismo de los kpopers los ha convertido en uno de los actores protagónicos de las recientes protestas contra el Congreso de ese país por haber impulsado la vacancia del expresidente Martín Vizcarra y su reemplazo por Manuel Merino, uno de los parlamentarios que impulsaron este evento.
Las multitudinarias protestas, que congregaron a millones de peruanos, según IPSOS, con el objetivo logrado de la renuncia de Merino, contó con las acciones o proyectos de los Kpopers. Valiéndose de su clásica estrategia de espamear (llenar de spam) las publicaciones de grupos que impulsaban la etiqueta “terrorismo nunca más” con el objetivo de impulsar la teoría de que las manifestaciones tenían origen en Sendero Luminoso y MRTA, grupos terroristas y de extrema izquierda muy presentes en Perú entre las décadas del 80 y 90.
A este intento, los kpopers, algunos de los cuales participaron en el BLM, según comentó una de ellas al diario La República de Perú, coordinaron acciones para inundar el hashtag referido con fancams de sus ídolos, desintegrando su efecto.
De igual forma, hicieron un hashtag creado por los simpatizantes de Keiko Fujimori, lideresa del partido político opositor fujimorista, a quien un sector de la población peruana acusa de obstaculizar la gobernabilidad del país en estos últimos años. Dado que su partido se encuentra inmerso en una investigación de lavado de activos en el marco del caso Odebrecht,José Domingo Pérez, el fiscal a cargo demandó la suspensión temporal de las actividades políticas de esta agrupación a cinco meses de la próxima campaña electoral.
En respaldo a Fujimori, sus prosélitos trataron de impulsar el hashtag “Justicia para Keiko”. Al parecer, los stans peruanos no son nada amigos de este partido ni de sus representantes, puesto que lanzaron en respuesta un proyecto para desvirtuar dicha etiqueta con sus fancams favoritos.
De igual forma, han sido parte de las acciones online emprendidas por cibernautas peruanos interesados en bajarse las cuentas de parlamentarios peruanos que participaron en la vacancia y de periodistas con posturas controversiales sobre los manifestantes, como Beto Ortiz. Aquí los diversos k-fandoms peruanos, entre ellos los ARMY (seguidores de la archifamosa banda musical BTS), espamearon con sus fancams y denunciaron dichas cuentas a modo de protesta.
Si hay algo que tienen estas comunidades es que han demostrado a través de los casos expuestos ser transfronterizas. Es decir, su principal ideología, si así se le puede decir, es guiada por los valores de su grupo y la lealtad al mismo, por el cual se agrupan para impulsarlo o defenderlo dentro y fuera de su país, porque en internet ni hay fronteras y para estos jóvenes tampoco.
A partir de esto, extrapolan su mística hacia sus propias creencias, valores y territorios, usando todas las habilidades aprendidas para apoyar a sus fandoms hacia otro tipo de causas. Con el mismo sigilo y maestría con la que actúan en redes sociales al impulsar sus proyectos, han pasado de ser púberes y adolescentes absortos en sus videojuegos e ídolos coreanos a ciudadanos críticos que se mueven y convocan masas con un sistema de comunicación muy propio, códigos, lenguajes y términos que la política tradicional no entiende ni se ha preocupado en comprender hasta ahora.
Tal vez eso explica como jovencitos burlaron a los experimentados estrategas políticos estadounidenses y de otras naciones, movimientos de amplia base y convicciones políticas de extrema derecha en ese país. Europa y Latinoamérica, los grupos homofóbicos; e inclusive superar con mayor eficacia las enrevesadas acciones de comunicación social para combatir la desinformación y el discurso del odio en redes sociales. Todo esto a punta de fancams. Menos logística y más lógica algorítmica.
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