Siempre tuve una relación un poco extraña con las tecnologías de la comunicación (salas de chat, Facebook, WhatsApp). Pasaba horas tratando de encontrar a alguien para conversar, pero no encontraba a nadie. Tal vez por eso haya creado, por un lado, una cierta aversión a ellas, y, por otro, he desarrollado una conciencia de que estas tecnologías también afectan nuestro modus operandi comunicativo.
Encuentro en el “universo web” tantas aplicaciones, tantas formas y modelos de programas de comunicación, que entro en colapso cuando quiero desarrollar otra manera de comunicarme. Esta manera, sin embargo, es la más primitiva de todas: la comunicación oral. Es la forma que considero más segura y más eficaz para comunicarnos con el mundo. Como dice Jean Cloutier (1975): “Los medios de comunicación son el soporte material que hace posible la comunicación. El soporte más fundamental, el único que existió en el origen, es el hombre mismo”.
Por supuesto, es verdad que la tecnología ha traído consigo diversos avances, disminuyendo las distancias geográficas entre los continentes o promoviendo una mayor participación ciudadana, por lo menos en lo que se refiere a los movimientos sociales. Es decir, tenemos muchos argumentos que pueden defender las teorías de que las tecnologías de comunicación han venido para ayudar, aproximar, solucionar los problemas que enfrentamos en la actualidad.
Como efecto colateral de todos estos avances, veo el mundo mucho más fast y muy menos food
¿Por qué preferimos discutir y dialogar, sobre todo cuando se trata de conversaciones más complejas y profundas, por WhatsApp? ¿Eso es educomunicativo? ¿Por qué preferimos el anonimato de Internet a lanzarnos en una discusión onírica, que no parece tener fin?
Como efecto colateral de todos estos avances, veo el mundo mucho más fast y muy menos food. Las relaciones que terminan por WhatsApp, despidos que ocurren por la web, contratos que se efectúan online. Es todo muy rápido, pero no nos queda tiempo para contemplar, reflexionar, pensar (digerir todas informaciones que recibimos). Esto nos impone repensar la vida, nuestro modus operandi y traer de vuelta la buena y vieja conversación de bar.
Tal vez sea el gran reto de hoy. Encontrar tiempo para poder visitar a un pariente, un amigo lejano y poner la charla al día. Esto en una relación ciertamente tiene un valor inconmensurable. ¿Por qué? Porque finalmente tenemos la posibilidad de acabar con aquella musiquita de los centros de llamadas, que tanto nos tortura.
Desafortunadamente, la relación coste/beneficio es un factor determinante a la hora de elegir las tecnologías más adecuadas para comunicarnos con quienes nos interesan. Pero cuidado, pues Slype, WhatsApp o Messenger pueden perder la conexión.
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