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“El fútbol no es ir detrás de una pelota, sino ir detrás de un sueño”

El fútbol como excusa. Excusa de aprendizaje y de transmisión de valores educativos. Excusa de construcción de comunidad. Un sueño casi imposible para casi 50 niños y niñas de una muy pequeña población colombiana cercana a Bogotá. Ellos son los “Embajadores de Fagua”, los representantes de una comunidad rural que se organizó y logró reunir cerca de 60 millones de pesos (más de 17.000 euros) para que sus hijos cumplieran un sueño, conocer el mar.

Viajar. Desde Fagua, a 10 kilómetros al norte de Bogotá. Esperaron a fin del año 2017 para salir a vacaciones del colegio. Contaron los días para que llegara diciembre. Fueron en bus a la capital del país para luego tomar un avión por primera vez en sus vidas. Un avión con destino a la isla de San Andrés, en el caribe colombiano, a más de 1200 kilómetros de distancia. Tenían la excusa de asistir a un campeonato de fútbol, pero no les importaba perder, ya habían salido campeones.

El fútbol ha sido la excusa para que la comunidad de Fagua se organizara en el proyecto educativo Escuela Deportiva MG-Nutriarte. Sin embargo, ningún niño habla de resultados deportivos. Ellos siempre destacan los valores que se transmiten en la construcción de un proyecto colectivo, donde muchos haciendo poco son capaces de hacer más cosas que pocos haciendo mucho. Es la filosofía del crowdsourcing, pero aplicada a las comunidades de base. Nunca falla.

Un proceso educativo liderado por cinco profesores y diez padres de familia, quienes alimentaron la participación de la comunidad. Concursos de cometas, bingos, comidas comunitarias. A lo largo de casi seis meses, la población organizó actividades en las que los mismos niños y niñas, sus padres y profesores unían esfuerzos para recoger los recursos necesarios que les permitieran para cumplir su propio sueño.

Ningún niño habla de resultados deportivos. Ellos destacan los valores que se transmiten en un proyecto colectivo, donde muchos haciendo poco son capaces de hacer más que pocos haciendo mucho.

La Escuela Deportiva MG-Nutriarte, además de alcanzar triunfos en diferentes competiciones, alimenta la transmisión de valores a través de proyectos en los que las niñas y niños asumen sus propias responsabilidades. Son ellos quienes definen las reglas y sus compromisos en función de los objetivos colectivos. La Escuela, a su vez, realiza un acompañamiento a las niñas para construir un entorno adecuado de desarrollo. No se trata sólo de estar un rato ocupado y de practicar un deporte, sino de construir un refuerzo comunitario para que el niño se sienta partícipe de la comunidad.

Adriana Junca, que hace parte del comité de padres de la Escuela, insiste en que “el proyecto pretende trabajar en las necesidades de los niños y niñas, en identificarlas y en hablar con ellos para poder ayudarlos. Cada uno es muy diferente y queremos escucharlos, darles apoyo moral, un refuerzo escolar y fijarnos en ellos como seres humanos y en las necesidades que tienen”.

Los niños y niñas, en su sueño, conocieron el mar y adquirieron, con “el fútbol como excusa”, como señala Gelber Alfonso, profesor de la Escuela, uno de sus mejores aprendizajes a partir del viaje. En el viaje colaborativo que realizaron, financiado por el trabajo de su comunidad, también se acordaron del fútbol y compitieron. Ganaron dos de los tres partidos que jugaron y quedaron campeones de sus metas.

Héctor Cabezas, entrenador del Soccer SAI, uno de los equipos con los que disputaron el torneo, también reconocía la labor: “Yo los invito a que sigan la formación. Es un claro ejemplo de que el fútbol es un medio que puede ayudar a los niños y niñas a convertirse en personas. El fútbol no es ir detrás de una pelota, sino ir detrás de un sueño”.

Los niños calificaron la experiencia con diez puntos y ahora sueñan en serio. “El próximo torneo va a ser… fuera del país, por ahí en Argentina, en Perú… hasta podría ser en Europa ¿Quién sabe?”.