Imaginemos escenarios en los que la creación audiovisual asume un papel de dinamización del territorio para que podamos entrever su potencial. El primero es una población mediana en la que los y las adolescentes sienten poca conexión con su entorno inmediato. Lo más atractivo se les aparece más allá, en la gran ciudad. Ante esta situación de partida empezó a caminar Imagina Sant Boi.
En segundo lugar, tenemos un pueblo localizado en una zona rural cuya población vive bastante diseminada y se conoce poco entre sí. Es complicado generar espacios de encuentro. El principio de la solución vino de la mano de Mediona, cap a on anem? (Mediona, ¿hacia dónde vamos?).

Como tercer ejemplo nos encontramos con un municipio de la costa que lleva más de veinte años organizando un evento conectado a su cultura culinaria. Pero no tiene forma de darlo a conocer más allá e incluso está perdiendo contacto con sus habitantes. Convoca un singular certamen audiovisual para ofrecer un cambio de rumbo. De ahí nace la iniciativa Videopèsols. 2ª Mostra de Curts de Caldes d’Estrac. El guisante (“pèsol”, en catalán) se convierte en protagonista para creadores y creadoras audiovisuales, da rienda suelta a la imaginación. Pero también es motivo de sentir lo propio en manos de las demás.
Los proyectos se fundamentan en la convicción de que la comunicación siempre reside en manos de las personas, colectivos sociales y comunidades
En todos los casos, se recurre al audiovisual como herramienta de interacción social e instrumento para establecer nuevas relaciones de base. Cada una de estas experiencias se articula desde una concepción de la educomunicación intrínsecamente conectada con la dinamización comunitaria. Se fundamenta en la convicción de que la comunicación siempre reside en manos de las personas, los colectivos sociales, las comunidades. Lo demás será información o entretenimiento, en el mejor de los casos.
En estas prácticas, el vídeo aparece como oportunidad de diálogo, como dispositivo de dinamización, como posibilidad para reconocerse a uno/a mismo/a pero siempre en relación con la colectividad. El proceso de producción videográfica se convierte en lugar de convivencia y hacedora de posibles. El resultado audiovisual deviene un espacio que reúne pulsos vitales, miradas, puntos de vista, pero también tensiones y oportunidades.
Sin protagonismo de la comunidad no hay comunicación. La actividad comunicacional requiere reciprocidad y bidireccionalidad. El viaje de ida y el de vuelta se confunden, porque existe una acción de autorepresentación y expresión a partir de necesidades surgidas y/o detectadas. Se produce un juego de espejos en el que interactúan proceso y producto, participantes y equipo de facilitación, grupo motor y comunidad de referencia.
Las tres experiencias apuntadas trabajan la generación de discursos desde puntos de vista imbricados con el territorio. Postulan la empatía como eje para establecer diálogos con la otredad. No entienden la cultura como un terreno que se abona desde arriba sino que se alimenta desde el subsuelo, apostando por un entramado de relaciones comunicacionales que solo se puede tejer de forma rizomática. Así es como de un proyecto surge otro, quizá más allá, en la otra punta y aprendiendo de aciertos y errores.
En esta premisa reside la fuerza de la creación audiovisual participativa como engranaje y el vídeo como elemento dinamizador. Así es como llega la comunicación para quedarse. Poco importa que desaparezcan los proyectos ni que terminen las experiencias o se agoten las prácticas, porque van a surgir más.
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