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Superar el determinismo tecnológico: un importante desafío en #EDTECH para el 2018

Imagen: Pixabay_CC0.

El comienzo de un nuevo año nos ofrece siempre la oportunidad de plantear algunos desafíos importantes para llevar a cabo durante los próximos doce meses. Poniendo esto en clave #EDTECH (Education and Technology), y después de las intensas y profundas transformaciones acaecidas ante la emergencia de la sociedad digital en las últimas décadas, se nos vienen a la mente un conjunto de nuevos desafíos. Muchos de estos aparecen porque aún están pendientes de ser ejecutados, y otros, en la línea de reforzar y/o resignificar lo que ya está hecho. Este último es el caso de los activos esfuerzos, sobre todo en un marco postmoderno, por superar el llamado determinismo tecnológico.

El Determinismo Tecnológico no es un fenómeno nuevo. Por el contrario, tiene un extenso recorrido analítico. Ya fue expuesto y desarrollado en profundidad en la primera mitad del siglo XX por autores como Veblen, Ellul, Schumpeter o Heidegger, quienes remarcaron en su momento la trascendencia de la apuesta por la innovación y la producción tecnológica, en el desarrollo de las sociedades de la época. En esta línea, Schumpeter planteó por los años treinta que la fuerza fundamental que movería la producción capitalista y al sistema como un todo, además de ser la causante de sus procesos de transformación constante, y de su desarrollo económico, sería el fenómeno tecnológico y con él, el proceso de innovación tecnológica.

Ahora bien, todo este ímpetu tecnofílico se daba en un escenario entre y post guerras, y ante la necesidad de acelerar los procesos de modernización y reconstrucción de las sociedades involucradas. La apuesta sin duda tuvo una explicación social, pero trajo un conjunto de consecuencias nefastas. En primer lugar, generó una profunda estratificación social y territorial, ya que solo las sociedades más favorecidas pudieron promover procesos activos de innovación tecnológica y sacar provechos de los mismos. En segundo lugar, consolidó prácticas y hábitos compulsivos en relación a la creación, adquisición y uso de tecnologías de parte de la ciudadanía. Y, en tercer lugar, dada la transición entre el fin de la sociedad industrial y la llegada de la sociedad informacional, emergieron nuevos fenómenos como el de la era computacional, la proliferación masiva de las TIC y la robótica (entre otros), todos grandes avances, que, sin embargo, terminaron por reducir a la mínima expresión el rol y la relevancia de la ciudadanía en estos procesos.

Muchas de las “actuales innovaciones” y dispositivos no son más que la digitalización de herramientas ya existentes

Esta nueva fase vino acompañada, además, de la consolidación del capitalismo y de la globalización económica y cultural, por lo que más allá de un cambio en cuanto a quien representaría a partir de este momento el objeto de poder, nuestras prácticas sociales continuaron estando movilizadas por el determinismo tecnológico, aunque ahora con la variante de la digitalización y el informacionalismo. La consecuencia directa y visible de esto, ha sido la continua implantación compulsiva y en ocasiones irracional de políticas y propuestas que han fomentado la inserción de las tecnologías digitales en todos los ámbitos de nuestra vida, y con particular fuerza en el ámbito de la educación. Esto lo hemos podido apreciar en la ejecución de iniciativas públicas y privadas, como One Laptop per Child en el mundo, Escuela 2.0 en España, junto con la creciente proliferación masiva de alternativas de formación online (Moocs), o de educación universitaria virtual (e-learning), que más allá de sus motivaciones iniciales, finalmente tienden a ser promovidas y movilizadas por intereses que buscan rentabilidad económica.

Ahora bien, junto con lo anterior, y ante la emergencia de este marco analítico postmoderno, también surgió un pensar crítico en relación al tipo de sociedad que se está construyendo. Por ejemplo, autores como McLuhan, Bauman y más recientemente Sancho o Selwyn, son especialmente críticos con las posturas “tecnofílicas” en contextos educativos. Especialmente con aquellas que realzan el rol de los dispositivos o las innovaciones tecnológicas digitales en general, por sobre la capacidad crítica y analítica de quienes, en efecto, componen la comunidad educativa: profesorado, estudiantado, equipos directivos, familias, centros educativos.

Las tecnologías digitales no pueden dar respuesta por sí mismas a los problemas socioeducativos

Para Selwyn, las tecnologías digitales no pueden dar respuesta por sí mismas a los problemas socioeducativos. El autor, en una reciente visita a Barcelona, justificó esta afirmación en base a cuatro ideas centrales:

Primero, no hay soluciones técnicas a los actuales problemas educativos.  Por ejemplo, la inequidad en el acceso a la educación de calidad, deviene de problemas de una gran complejidad, y cuya raíz está dada por la creciente estratificación económica y espacial de las sociedades.

Segundo, las tecnologías digitales por sí mismas, no resuelven nada. Si la tecnología digital fuera capaz de abordar y superar estos problemas, lo haría. Sin embargo, mientras vivimos en las sociedades más digitales de la historia, también vivimos en sociedades más desiguales, divididas e injustas que nunca antes.

Tercero, las tecnologías digitales no transforman nada. Muchas de las “actuales innovaciones” y dispositivos, no son más que la digitalización de herramientas ya existentes. Recientemente hemos visto que las pizarras interactivas se usan a menudo de forma similar a las pizarras de cincuenta años antes; iPads utilizados esencialmente como libros de texto; Aplicaciones tales como “Kahoot!” son utilizados como sustitutos de los anticuados “cuestionarios pop”; Entornos virtuales como Moodle, no son más que repositorios de textos digitalizados en PDF.

Cuarto, no hay evidencia empírica sustentable que afirme que las tecnologías digitales, mejoran los aprendizajes, reducen las desigualdades, mejorar la inclusión social, o simplemente “mejorar las cosas”.

El desafío es favorecer procesos reflexivos y críticos previos que orienten la creación, la implementación y el uso de tecnologías digitales en educación

En conclusión, sin duda las tecnologías digitales nos ofrecen un conjunto de posibilidades enormes para mejorar nuestra vida. También nos provee de útiles herramientas para poder mejorar los procesos formativos y educativos. Ahora bien, sin una masa crítica que, de sentido a su uso, seguiremos manteniendo y profundizando las inequidades existentes.

El desafío, pues, estaría dado por favorecer la existencia de procesos reflexivos y críticos previos que orienten la creación, la implementación y el uso de estas tecnologías digitales en educación. Por tanto, lo primero es sentarnos a pensar en las problemáticas que debemos resolver. Una vez hecho esto, y recién en este punto, deberíamos decidir qué tipo de herramientas nos ayudarán a abordarlas. Por tanto, las tecnologías digitales, más que ser la solución a la respuesta inequívoca a cada problemática social y educativa, las debemos pensar como una herramienta más entre un conjunto de soluciones analógicas y digitales