– Jugamos a algo papá, me aburro —me dijiste el otro día en el Metro.
– ¡Vale! —respondí. ¿Pero a qué podemos jugar? Dentro del vagón no tenemos demasiadas opciones.
– No te preocupes —insististe. He inventado un nuevo juego. Se llama “Palabras de colores”.
– ¡Ah!, ¿sí? —respondí. ¿Y cómo se juega?
– Pues uno piensa una palabra y el otro tiene que decir de qué color es.
A priori parecía una magnífica idea, pero, ¿cómo demonios se sabe qué color tiene una palabra?
-Es muy fácil, papá —me explicaste. Sólo tienes que pensar en la palabra y fijarte con qué color está subrayada.
Pues, vale. Muchas gracias por la aclaración. Ahora sí que lo tengo claro. No sabía por dónde empezar así que dije:
– ¡De acuerdo! Empiezo yo. Ahí va la primera palabra: Montaña.
– Naranja -respondiste sin vacilar.
– ¿Naranja? ¿Desde cuándo una montaña es naranja? Las montañas son verdes, negras o grises, nunca naranjas.
– No papá, no te las imagines como las conoces, sino como son de verdad.
¡Ostras! Pues comenzamos bien. Vaya juego más endemoniado. Te prometo que pensé que me estabas tomando el pelo, pero no tenías cara de estar bromea
ndo. Montañas naranjas. Fascinante, pensé. Nunca he visto ninguna, ¿o sí?
Las montañas nos cuentan la historia geológica del planeta. En la escuela me enseñaron que las montañas se pueden forman, básicamente, por dos causas. La primera por razones internas debidas a alteraciones en la capa terrestre o por movimientos en las placas tectónicas. La segunda por causas externas como la acción del clima o la erosión. Lo que no me explicaron es que hay una tercera causa. Es la debida a la acción del odio, la explotación y la muerte. Si no ¿cómo podemos explicar las montañas de pelo humano, gafas o zapatos del campo de exterminio nazi de Auschwitz?
Son montañas que dan testimonio mudo del horror y la miseria humana, como las montañas de chalecos naranja que hay en la isla griega de Lesbos. Un enorme paisaje naranja y atroz. Un monumento improvisado formado por los chalecos salvavidas abandonados por los refugiados en su carrera hacia la búsqueda de una vida mejor.
Entonces, si como tú dices las cosas no tienen el color de nuestra imaginación, sino que son tal y como son de verdad, ¿de qué color son palabras como “Vergüenza”, “Desesperación” o “Asco”? Te miro, me miras. ¿Venga papá! Me toca. A ver si lo adivinas ahora. ¿Qué color tiene la palabra “Esperanza”?
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