Tribune

Hacer de cabeza corazón

Fotograma de la película "La la land".

Uno de los inconvenientes de ser un padre separado es el de no poder estar con tu hija el cien por cien de su tiempo. Este fin de semana tuve uno de esos momentos en los que lamenté no poder disfrutar contigo del gran espectáculo visual que estaba contemplando. No te digo más que después de los cuatro primeros minutos de película ya estaba deseando ponerme en pié y comenzar a aplaudir, a sabiendas de que podría haber hecho el ridículo más espantoso. ¡Qué lástima que no me acompañaras! En fin, tú decidiste perdértelo porque me dijiste que no sabías si te gustaría. Pero cómo no te iba a gustar esa maravilla plena de vida y color titulada La ciudad de las estrellas (La La Land).

Mientras disfrutaba de sus magnéticas canciones y sus deliciosas coreografías recordé la última película que habíamos visto juntos en Navidad: ¡Canta! Una historia muy original, con una animación de primera y una variada selección musical. Recuerdo cómo me sentí identificado con su protagonista, Buster Moon, el koala propietario de un famoso teatro que no pasa precisamente por uno de sus mejores momentos, al que se le ocurre la idea de convocar un concurso de jóvenes talentos para tratar de salvarlo. Al igual que Buster, he visto cómo mi sueño se venía abajo. Y, como él, he sentido confusión y desamparo. Pero como diría el simpático koala, lo bueno que tiene tocar fondo es que ya sólo puedes ir en una dirección, y es hacia arriba.

¡Me debes una! Tenemos pendiente volver a disfrutar juntos de esa magia que sólo sucede en el cine

Tanto ¡Canta! como La ciudad de las estrellas son dos historias muy bien contadas que hablan de los sueños, de cómo perseguirlos, de cómo vivirlos y de cómo renunciar a ellos. Las dos películas son un aldabonazo directo al corazón, porque la música, sea cual sea, nos desmonta, nos hace perder la razón para que triunfe el corazón. Adoro las películas que hablan más de corazón que de cabeza. Las pelis que me hacen sentir y me hacen llorar.

Por cierto, hablando de sueños y de cómo renunciar a ellos. Ayer vimos juntos el final de la ceremonia de entrega de los Oscar. Lo curioso es que, a pesar del mayúsculo error durante la entrega del premio a la mejor película, todo se resolvió felizmente con un abrazo fraternal entre vencedores y vencidos. ¿Lo ves?  Los sueños existen y cambian de manos. ¿No va de eso precisamente La ciudad de las estrellas? No podría imaginarme un final mejor para la Gala de los Sueños.

¡Me debes una! Tenemos pendiente volver a disfrutar juntos de esa magia que sólo sucede en el cine. Cuando después de algo más de dos horas las luces se encienden y descubres que todos los que te rodean están sonriendo. ¡Canta! y La ciudad de las estrellas rezuman ganas de vivir y el deseo de creer en nosotros mismos. Las dos regalan sueños y esperanza y, aunque sólo sea por eso, ya merece la pena gastarte los 9 euracos de la entrada. Porque, a pesar de que la vida nos vaya como el culo y veamos el mundo como un lugar inhóspito, después de la negra noche siempre vendrá “otro día soleado”.