¿Cómo viven su día a día las representantes de la profesión que desde hace mucho tiempo se considera en nuestro país puramente femenina – la de maestra?
Creo que no me equivoco si afirmo que los maestros, como los padres tienen mucha influencia en nuestras vidas, aunque a veces no nos demos cuenta. La palabra “vocación” está ligada al oficio de un buen maestro o maestra. En Rusia, en la mayoría de los casos, las que se dedican a enseñar son precisamente las mujeres. Es posible hablar largo y tendido sobre las razones de este fenómeno actual, sin embargo, no es el objetivo de este artículo. Estamos acostumbrados a tratar a las maestras y profesoras como “proveedoras de conocimiento”, “suministradoras de información”, viéndolas de una manera mercantil y dejando de lado el mero hecho de que a parte de las clases y sus alumnos tienen sus propias vidas.
Nací y me crié en la familia de una maestra y luego estudié para finalmente seguir el mismo camino, y en mi entorno muchas de mis amigas y conocidas también trabajan en el ámbito educativo. Todas coincidimos en que el enseñar inspira pero a la vez te “desgasta”.
A partir de mi experiencia personal impartiendo docencia durante cuatro años en un centro privado de idiomas y del contacto con gente trabajando en el oficio, al menos procuraré aportar un relato sincero.
Los tiempos
En rasgos generales, el tipo del día laboral que tiene una maestra está estrechamente relacionado con su perfil. Si desempeña su labor en un centro educativo estatal (colegio, instituto o universidad), como mi madre, que ya lleva más de 20 años enseñando física, suele trabajar literalmente de sol a sol debido a las políticas educativas de nuestro gobierno.
A parte de la abundancia de las horas lectivas, casi cada profesora se ve involucrada en un interminable remolino de trabajo con documentos e informes. Por no hablar de la investigación científica para las profesoras universitarias, que requiere un mayor esfuerzo porque tiene que compaginarla con muchas clases. Por otro lado, las que dan clases en los centros de formación complementaria, como escuelas de idiomas, están libres de la burocracia y el número de horas lectivas no es tanto. Sin embargo, juzgando por mi propia experiencia, las clases, por muy pocas que sean, están repartidas durante el día entero y los espacios entre ellas sirven para reflexionar y preparar las sesiones nuevas.
También están las maestras que se ganan la vida dando clases privadas, como autónomas. Su horario puede ser bastante flexible, pero pierden el tiempo entre el ir y venir a las casas de los alumnos. De allí que por muy diversas que parezcan estas jornadas laborales, las une el hecho de que estén muy lejos de la jornada estándar de 8 horas. La verdad es que el trabajo se extiende también más allá de las aulas.
Y en este sentido, mi madre es para mi una referente respecto a su consagración al trabajo. Ella siempre dice que para que la clase te salga bien y puedas captar la atención de los alumnos, hay que prepararla al pie de la letra. A mi parecer, este principio es crucial para cualquier maestra, trabaje donde trabaje. Con lo cual no es de extrañar que, incluso estando en casa, continúes ejerciendo tus funciones. Efectivamente, el trabajo interno nunca para, las ideas de cómo mejorar tus clases pueden sorprenderte en cualquier momento del día o la noche.
Cuando se trata de las dificultades, es obvio que se presentan muchas en el camino profesional de cada maestra, pero si consigues fijarte en los momentos positivos y en la recompensa de poder servir a futuras generaciones, compartiendo tus conocimientos, las dificultades o trabas desaparecen. Curiosamente, la mayoría de las maestras y profesoras anualmente suelen recibir felicitaciones de sus alumnos en el Día Internacional de la Mujer. Desde mi punto de vista, una manera estupenda para agradecerles su dedicación diaria.
Add Comment