Tribune

La educación portátil

Debo partir por una advertencia: creo en la educación en línea.

Creo en ella desde antes de la pandemia. Y, posiblemente, seguiré creyendo en ella si alguna vez esta pesadilla sanitaria pasa. Lo digo de entrada, porque me parece que vienen tiempos extraños para la clases a distancia. La lluvia de cursos online que, por estos días invade las redes sociales, es apenas una señal. La alerta de algo mayor, que jamás imaginaron los maestros de la antigua Grecia: por primera vez, parece haber más profesores que alumnos.

Hasta hace poco tiempo, un par de meses atrás (¿la prehistoria?), el universo de los cursos y talleres online era muy distinto. Lo hablo en primera persona, porque desde hace más de 10 años tengo un proyecto pequeño, independiente, personalizado, de educación en línea centrado en las nuevas narrativas latinoamericanas. Recuerdo que en esa prehistoria, era difícil convencer a los profesores de hacer clases de forma remota. Y los alumnos entraban al aula virtual a tientas, no muy convencidos. Antes de que se fundara la empresa ZOOM, hace diez años, ya teníamos talleres con gente conectadas desde más de 15 países. Y de pronto llegó el COVID, y con él las cuarentenas. Todos conocemos a alguien que en estas semanas, en pleno confinamiento, lanzó su primer taller en línea con el entusiasmo de un precursor, con esa rara sensación del que descubrió la rueda en tiempos de la revolución industrial. 

Esta explosión de la educación a distancia no tendrá vuelta atrás. El lema de la Escuela de Periodismo Portátil, “desde cualquier parte y para todos lados”, se ha transformado en la obviedad mundial en pocas semanas. Y de eso no se vuelve.

Borges, a quien le interesaba mucho la educación, escribió que la Universidad debiera enfocarse en lo antiguo y en lo ajeno. “Si insiste en lo propio y lo contemporáneo, la Universidad es inútil, porque está ampliando una función que ya cumple la prensa”. Con este boom inesperado, muchos están creyendo que el tema central de la educación ahora es la tecnología. Pero los asuntos son los de siempre, los antiguos, y la tecnología es apenas una cáscara. Y que cambia muy rápido. En la Escuela de Periodismo Portátil trabajamos con Blogspot, Yahoo, Tinychat, Skype, Slack, Messenger, nombres que muchos ya han olvidado. Igual como olvidaremos a Zoom.

Durante el 2019, antes de que el planeta volteara la cabeza a las clases a distancia, la Escuela de Periodismo Portátil se convirtió en la Universidad Portátil. El plan venía de un par de años atrás, con la idea de sumar al periodismo otras áreas que permitieran enfocarnos en estudiar y detectar las nuevas narrativas latinoamericanas. Fue dentro de un programa a distancia del Gabinete de Comunicación y Educación que, finalmente, se pudo desarrollar el proyecto de la Universidad Portátil. Lo lanzamos en mayo del 2019, en la Feria del Libro de Buenos Aires. En ese tiempo, seguía pareciendo exótico un proyecto de educación en línea enfocado en nuevas narrativas y lanzado en una feria del libro. Pero vino el COVID.

Desde que llegó la pandemia, en la uportatil.org hemos aumentado nuestro número de alumnos inscritos. Hay más profesores que quieren sumarse. Iniciamos un ciclo de charlas/globales dentro del cuál Martín Caparrós hizo su primer ZOOM, a tablero vuelto y con más de 500 personas empujando para entrar al aula virtual. ¿De verdad creen que esto tiene marcha atrás? 

Como dije de entrada, creo en la educación a distancia. Es cierto, hay muchas cosas por hacer/mejorar. Los que llevamos tiempo en esto (y sabemos que la enseñanza en línea es más que una herramienta de emergencia en tiempo de pandemia) tenemos que asumir el desafío que nos acaba de aparecer. 

Personalmente, una de las cosas que más valoro de la educación a distancia es poder conectar alumnos y alumnas de grandes ciudades con personas de pueblos perdidos y de países cerrados. Ver a profesoras de talento internacional hablándole, desde la gran ciudad, a un talento por descubrir que se conecta desde su barriada peligrosa en una ciudad que se cae del mapa. Creo mucho en esa inclusión. Y en esa normalidad. Lástima que tuvo que llegar una pandemia, para que muchos lo pudieran entender.

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