Vuelvo a recordarte por enésima vez que te metas en la bañera y me respondes: “¡Jo, papá!, ¡eres un pesado!” ¿Pesado, yo? ¿Me has llamado pesado? Sí, he oído bien. ¡No puede ser! Lo peor de todo es que no es la primera vez que me lo dices esta semana. ¡Encima que me preocupo por ti! Pero, bueno. ¿Qué me está pasando? ¿No me estaré convirtiendo en uno de esos “padres helicóptero”? No, eso no. Antes muerto que un padre helicóptero. Yo no soy uno de esos seres que sobreprotegen a sus hijos evitándoles dificultades y limitando sus posibilidades de desarrollo.
¿Cómo voy a ser yo uno de esos padres que combinan la sobreprotección con el exceso de control? ¡Ay, Dios mío! Que va a ser que sí. Que a veces hablo de ti en plural y estoy dado de alta en más de cuatro grupos de WhatsApp relacionados con el cole. Tanta intromisión en la vida de los infantes me pone un poco de los nervios. Ya me parecía a mí que eso del colecho y la lactancia ad infinitum no podía traer nada bueno. Decía el escritor D.H. Lawrence que tenía tres reglas para educar a los hijos: “dejarlos en paz, dejarlos en paz y dejarlos en paz.” ¡Pobre!, si hubiera vivido en estos tiempos no hubiera durado ni un asalto.
A los hombres enseguida nos ponen la etiqueta de “helicóptero”. O eres un despechado o un helicóptero sobreprotector
¿Se es más helicóptero siendo madre que padre? La verdad es que no tengo respuesta a esa pregunta. Lo único que sé es que, mientras que a las mujeres se les exige entrega total, a los padres se nos permite dimitir/delegar de nuestras funciones. Los padres (en masculino) estamos programados para hacer ver que en las situaciones domésticas no pasa nada. Es por eso que normalmente somos tachados por las mujeres de falta de instinto y de no interesarnos por nuestros hijos. Los padres somos mucho más despegados. De hecho niego la mayor y me planteo si de verdad existe el instinto paternal. Hablo en primera persona, porque a mí mismo me costó encontrarlo.
Pero, ¿se puede ser un padre abnegado y entregado sin ser mujer? Lo digo porque, a pesar de nuestra aparente falta de instinto, es muy fácil como padre pasar de cero a cien en un santiamén sin apenas darte cuenta. Y ¿qué sucede cuando tratas de ser un buen padre siguiendo tu instinto? Pues que a los hombres enseguida nos ponen la etiqueta de “helicóptero”. O eres un despechado o un helicóptero sobreprotector. La especie humana no entiende de términos medios.
He de reconocer que me gusta hacer gala de mi paternidad pero, Dios me libre de dar lecciones a nadie. Por eso, y por tu bien, dimito de helicóptero (si es que alguna vez lo fui). A partir de ahora seré un “padre submarino”. Trataré de permanecer fuera de tu radar, pero prometo estar siempre atento por si necesitas ayuda. ¡Ah!, por cierto, el agua de la bañera se te está quedando helada.
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