Cada vez estamos más cerca de encontrar una vacuna efectiva y segura para combatir el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, que provoca la enfermedad COVID-19 y que ya ha infectado a más de 31.6 millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, existe un movimiento contrario a la vacuna del coronavirus, que en la mayoría de los casos utilizan argumentos que no son ciertos para justificar su posición.
La plataforma Newtral ya desmintió en su momento un video de una religiosa argentina que afirmaba que la vacuna contra la Covid-19 manipulará nuestro ADN y buscará una despoblación mundial, responsabilizando de estas acciones a los multimillonarios Bill Gates y George Soros, quienes encabezarían este supuesto plan urdido por las élites empresariales. Otros alegan que a través de la vacuna nos incorporarán un microchip para controlarnos, sin ningún dato o información que afirme y pruebe estas especulaciones.
Sin embargo, este movimiento ya cobró fuerza antes de la pandemia de coronavirus. En 2019, la Organización Mundial de la Salud publicó una lista con las 10 amenazas contra la salud pública, e incluyó en esta el movimiento antivacunas.
En octubre del año 2018, se publicó un informe para la Comisión Europea sobre el estado de la confianza en la vacunación en la Unión Europea. En este estudio se refleja que, en general, la población tiene una actitud positiva ante las vacunas y confía en ellas. Sin embargo, existen diferencias en la percepción sobre la importancia, la eficacia y la peligrosidad de las vacunas entre los 28 estados miembros de la UE. De esta manera, Portugal es el país que más confía en las vacunas (95,1%), y Francia, Letonia, Bulgaria, Polonia y Eslovaquia los que menos.
Origen de los movimientos antivacunas
Abordar las razones por las cuales existe un rechazo a la vacunación es una tarea compleja, y para ello, debemos remontarnos a unos siglos atrás.
El origen del movimiento se sitúa en el siglo XIX, cuando surgió la vacuna contra la viruela, enfermedad que causó un gran número de muertes – 400.000 cada año en Europa-. En aquel entonces, en el Reino Unido era gratis y obligatorio vacunarse contra la viruela, hecho que comportó que un sector saliera a las calles para oponerse, alegando que era una maldición y un veneno para los bebés, entre otros argumentos. En consecuencia, los que se negaban a vacunarse debían pagar multas, e incluso se enfrentaban a penas de prisión. Ante estas leyes, se fundó en 1853 la Liga Antivacunación en Londres, siendo precursora de los movimientos antivacunas que conocemos actualmente.
Pero la realidad es que, si las personas no se vacunasen, en concreto los niños, muchos enfermarían e incluso podrían morir a causa de enfermedades que, hoy en día, con una vacuna evitaríamos.
El hecho de vivir en un mundo globalizado y comunicado, en el que un gran número de personas viaja cada día, implica que haya más riesgo de contagiarnos de cualquier virus. Además, la propagación en medios digitales y en redes sociales de remedios naturales, alimentos o vitaminas que, supuestamente, evitan o curan enfermedades, ha comportado que haya gente que esté en contra de la vacunación, y todo a causa de la desinformación.
Por desgracia, estos comportamientos ponen en riesgo tanto a las personas que no se vacunan como a los que no pueden ser vacunados por problemas en su sistema inmunológico, que deben confiar en que la mayoría de las personas con las que se cruzan estén vacunadas para evitar el riesgo a caer enfermos.
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