Medio siglo ha pasado ya desde ese histórico 22 de abril de 1970, cuando se celebró -por primera vez- el “Día Mundial de la Tierra”. Más de veinte millones de personas indignadas salieron a protestar en Estados Unidos por los continuos derrames de petróleo y la contaminación de los ríos y el aire, producidos por la industrialización de las ciudades. Desde esa primera alerta a la fecha el planeta sigue enfermo y según organismos mundiales muy cerca del estado terminal.
Según cifras del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) para que los efectos del calentamiento global nos afecten lo menos posible, tendríamos que limitarlo a 1.5° C de cara al 2030 y mantenerlo así durante todo el siglo presente. Actualmente, el planeta tierra ya experimenta un incremento de temperatura de 1.1°C.
Alcanzar la meta planteada significa que debemos reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero a 25 giga toneladas. Sin embargo, esto no sería factible, dado que se proyecta alcanzar las 56gt de emisiones de CO2e para los próximos diez años, basándonos en los compromisos asumidos en el Acuerdo de Paris por aquellos países que sí se han comprometido a tomar cartas en el asunto. Es decir, los esfuerzos son tibios e insuficientes.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Compromisos políticos, medidas tibias
Desde 1970, la ciudadanía ha impulsado las conmemoraciones a favor de temas medioambientales ante la indiferencia de sus autoridades políticas. Si bien la primera fecha conmemorativa del “Día de la Tierra” fue organizada por el senador estadounidense Gaylord Nelson, apoyado por círculos activistas, existía ya un descontento popular desde antes de esa década, razón por la cual la manifestación fue tan multitudinaria.
Este evento puso en la agenda política la preocupación medioambiental y obligó a los gobiernos a tomar algunas primeras medidas, como leyes ambientales y el establecimiento de organismos y eventos dedicados a estas tareas. Por ejemplo, en 1972 se celebró en Estocolmo La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, en donde se creó el PNUMA, que se encargaría de establecer la agenda ambiental global.
Recién en el 2009, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció formalmente al 22 de abril como “Día Internacional de la Madre Tierra”. Después de otros acuerdos medioambientales globales para cuidar a nuestro planeta, en el 2016, 195 países firmaron el Acuerdo de París, comprometiéndose a partir del 2020, a limitar el incremento de la temperatura global a menos de 2°C por encima de los niveles preindustriales, con el fin de reducir el impacto del cambio climático.
La meta era en realidad muy ambiciosa pero necesaria para reducir al mínimo el daño al medioambiente y al planeta tierra. No obstante, siguiendo los cálculos del PNUMA, si solo nos apoyamos en los compromisos asumidos por los Estados firmantes en el Acuerdo de París, no mantendríamos los niveles de temperatura al 1.5°C en este siglo, sino que esto se elevaría a 3.2°C.
A la fecha, 71 países y 11 regiones que representan únicamente el 15% de las emisiones mundiales de CO2e tiene objetivos encaminados a lograr la neutralidad de estas emisiones, pero los que representan al 85% restante tienen pendiente asumir este tipo de compromisos. Se necesitaría que se eleve ya en cinco veces más los esfuerzos prometidos por estos países. Alargar esta medida prácticamente imposibilitaría alcanzar la meta, lo que implica que los países deberán adaptar su infraestructura a los efectos del cambio climático, como construir defensas costeras; y garantizar la seguridad alimentaria.
Según el informe sobre la brecha de Emisiones de la ONU, de no alcanzar la meta de un calentamiento global de 1.5°C, la Tierra tendría devastadores impactos, como el incremento del nivel del mar, amenazando a más de dieciséis millones de personas que viven en áreas costeras vulnerables; y el aumento de la frecuencia de sequías, inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos, entre otros.
El papel ciudadano
Además de los gobiernos, toda la ciudadanía debe involucrarse en el cuidado del planeta Tierra; ya sea a nivel de ciudades o como empresas o individuos. Todos podemos aportar con nuestro granito de arena. En una reciente entrevista concedida a National Geographic, Kathleen Rogers, presidenta de la organización del Día de la Tierra (Washington) anima a incorporar en nuestro día a día, compromisos individuales como la evangelización sobre la importancia de la fecha y el cuidado de la Tierra y el medio ambiente, y a nivel práctico, el uso de productos ecológicos en nuestras actividades y rutinas.
Por su parte, el PNUMA está organizando debates y eventos con ocasión al Día Internacional de la Madre Tierra, a través de la plataforma earthday.org; y para los más comprometidos se proponen nuevas herramientas de voluntariado e iniciativas de desarrollo científico por medio de la aplicación Earth Challenge, etc., entre otras actividades conmemorativas.
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