Si existe alguien que conoce bien África, este es Xavier Aldekoa. Tras más de una década viajando por el continente como corresponsal del periódico La Vanguardia, describe África como un océano: “un lugar inabarcable y aparentemente homogéneo si se observa desde la superficie, pero diverso y extraordinario cuando nos sumergimos en su interior”. Quizás por eso ha escrito “Océano África” (Editorial Península), un libro que no es “sobre” África, sino “desde” África.
¿Por qué África?
África es un continente transparente y humano, con todo lo bueno y malo que implica eso. Hay miles de historias y personas que merece la pena conocer y contar y, después de tantos años dando vueltas por estas tierras del sur, también es una cuestión de compromiso. Me gustaría ser lo más equilibrado y honesto posible para contar la variedad y diversidad de un continente que puede ser genial o terrible a la vez.
¿Y por qué África es un “océano”?
Porque, como el mar, si lo miramos desde la superficie, apenas vemos una masa uniforme de agua, sin cambios ni diversidad. Sólo si nos sumergimos podemos ver que hay muchas Áfricas. Y no hablo sólo de diversidad de culturas, historias, músicas o escenarios. También hay mil maneras de mirarla. Más allá del miedo a lo desconocido o de la lástima, que a veces provoca sensación de solidaridad, pocas veces nuestra mirada busca aprender. Y hay mucho que aprender de 1.300 millones de personas que han estado miles de años conviviendo.
Sabemos que hay cosas ocurriendo en África que no está bien que ocurran y no les damos visibilidad. Y el silencio mata, así que hay una cierta responsabilidad en ello
¿Nos hemos olvidado de esta parte del planeta?
Yo prefiero decir que lo hemos silenciado. Olvidar no tiene un componente de culpa o responsabilidad. Al fin y al cabo todos nos podemos dejar las llaves en un bar. Pero en el caso de África, sabemos que hay cosas ocurriendo allí que no está bien que ocurran y no les damos visibilidad. Y el silencio mata, así que hay una cierta responsabilidad en ello.
¿Qué pueden hacer los comunicadores para explicar mejor lo que sucede allí?
Ir, ver, escuchar y contar. Es la única forma. Luego hay que ser muy humilde para aceptar que el reportaje que querías hacer quizás no existe en realidad. Para escapar de esos prejuicios que demasiadas veces dictaminan el reportaje que queremos ir a buscar, no queda otra que acercarse con los ojos abiertos y dedicarse a escuchar y preguntar. Intentar descubrir qué historias hay escuchando a los demás, no ir a buscarlas de antemano.

¿Y los educadores?
Los educadores tienen un papel clave para hacer más grande el mundo de sus alumnos. Cuando eres pequeño, tu mundo es la guardería, tu profesora y tus padres, poco más. A medida que creces, aumenta ese contexto. El buen educador es quien, llegado el momento, te explica que hay otros mundos, otras realidades, y te anima a salir a descubrirlas. Ya sea para ver las hormigas en el parque de debajo de casa, para hablar con la frutera o para ir a Sebastopol. Esa curiosidad por el mundo, por los demás, es clave para desarrollar empatía, que me parece un valor clave para un periodista.
¿Cuál ha sido la mayor enseñanza que has aprendido en tus viajes por este continente?
Que no siempre hay que hacer las cosas para ganar. Que a veces es más importante hacer lo correcto que vencer, aunque eso te lleve irremediablemente a la derrota. He visto a muchas personas que huyen de conflictos porque deciden no coger un arma y matar. Y eso les habría facilitado la existencia, porque habrían podido sobrevivir más fácilmente robando o violando al vecino. Y no lo hacen. A veces, no luchar es la opción más valiente.
Los viajes educan siempre que puedas mezclarte con otras personas y estar dispuesto a sentarte a ver qué dicen
¿Todos los viajes educan?
Siempre depende de la mirada. Se suelen abrir más los ojos al viajar, pero no siempre ocurre. La actitud, ya sea para ir a comprar a la pescadería o para viajar por África, es lo que marca la diferencia. Para educarse hay que escuchar, preguntar y compartir con los demás, así que supongo que los viajes educan siempre que puedas mezclarte con otras personas y estar dispuesto a sentarte a ver qué dicen.
¿Qué consejo darías a aquellos que quieren viajar por África?
Que lo hagan cuanto antes. Nunca te van a perdonar tanto los errores como cuando aún eres joven. Esos errores, además, te servirán para siempre, así que cuanto antes los hayas hecho, mejor. Y luego que miren, que escuchen y se mezclen con la gente. Antes decía que África es un continente humano, que vayan a descubrir por qué y ya verán como hay un montón de puertas abiertas.
En tu libro “Océano África” (Península, 2014) recoges historias de ganadores, de perdedores, de mujeres, de niños, de soldados… ¿Hay un denominador común en todas ellas?
No sé muy bien qué decir. Supongo que las circunstancias nos llevan a tomar unas decisiones y no otras. Después de haber conocido a héroes y asesinos, no me queda muy claro qué es lo que hizo que actuaran de una forma u otra. No somos tan diferentes, imagino que eso es lo que tenemos todos en común.
¿Quedan historias africanas por contar? ¿Cuáles?
Claro, siempre habrá historias. Los países y los lugares cambian. Nosotros cambiamos. Siempre habrá pequeñas historias con ingredientes universales que nos sirvan para comprender el mundo. Y siempre habrá necesidad de conocer al otro. Cada vez más, de hecho, porque es la única forma de tener menos miedo a la diferencia.
Por Santiago Tejedor
Profesor del Departamento de Periodismo y Ciencias de la Comunicación y coordinador del Gabinete de Comunicación y Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona. Subdirector del Máster Internacional de Comunicación y Educación y codirector del Máster en Periodismo de Viajes de la Universidad Autónoma de Barcelona. Director de Tu Aventura: www.tuaventura.org.
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