Muchos estudiantes de Secundaria y universitarios son incapaces de identificar las noticias falsas que corren por las redes sociales. Así lo indican algunos estudios publicados recientemente, como el llevado a cabo por la Universidad de Stanford sobre 7.804 estudiantes, que concluyó que el 82 % de los alumnos encuestados no podían diferenciar una noticia real de una patrocinada. Estos datos no hacen sino llamar la atención sobre un tema clave en la educación actual: la necesidad de alfabetizar mediáticamente a los alumnos y educarles en el pensamiento crítico para que sean capaces de conocer y aprender en la era digital. Santiago Tejedor, Subdirector del Máster en Comunicación y Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y autor de Guía para viajeros/as digitales, nos habla de cómo enseñarles a esquivar el ruido de la Red, construir su identidad digital y evitar los peligros que entraña el mundo virtual.
Internet ha abierto muchas puertas a la democratización de la cultura y la educación, pero llega a nosotros sin manual de instrucciones. ¿Lo usamos bien?
La denominada “Sociedad de la Información” podría ser catalogada como “Sociedad de la Infoxicación”. La buena noticia es que ahora todos podemos ser emisores de contenidos. Y, paradójicamente, la mala noticia es que ahora todos podemos ser emisores de contenidos. ¿Entonces, qué está pasando? ¿Qué se puede hacer? Por un lado, hay pluralidad, horizontalidad y democratización. Por otro, un sinfín de voces, de medias verdades y de rumores. No basta, por tanto, con convertir a los ciudadanos en usuarios alfabetizados digitalmente. Hay algo más. Necesitamos cibernautas que junto a las habilidades técnicas dispongan de una capacidad crítica, ética y responsable ante todo lo que pasa en la Red. El ciberespacio se ha convertido en un escenario repleto de datos, herramientas y recursos de gran interés, pero también de una gran cantidad de ruido digital. Las oportunidades que inaugura la Red son muchas, pero también existen riesgos e interrogantes que merecen una atención especial y que demandan de unas ciertas competencias. Todo ello en un contexto donde muchos usuarios exploran de forma individual el ciberespacio. Por eso, el principal hito es convertirlos en duchos navegantes dotados de conocimientos técnicos y también críticos. Existen muchos y muy buenos “manuales de instrucciones” sobre Internet. Sin embargo, el mejor es aquel que se construirá cada uno. El reto educativo es lograr que cada usuario posea la base de conocimientos y experiencias que le permita construir su propia guía de navegación, su hoja de ruta de la red de redes.
¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de enfrentarnos a la avalancha de información que hay en la Red?
La Red es un escenario repleto de melodías informativas y de ruidos digitales. Los usuarios deben ser capaces de seleccionar. Vivimos en tiempos donde es posible hablar de “inforicos” y de “infopobres”. El acceso a la información de calidad nos confiere mayores y más diversas oportunidades en todos los ámbitos: cultura, ocio, educación, entretenimiento, etc. En el ciberespacio se produce muchas más información de la que podemos consumir. Cada minuto en plataformas como YouTube se suben 50 horas de vídeos; se crean más de 571 páginas web, se envían unos 204 millones de correos electrónicos; los usuarios de Facebook comparten cerca de 685 mil vídeos, audios, textos, fotos… Por ejemplo, un usuario necesitaría sentarse frente a su computadora o teléfono móvil durante unos tres mil días ininterrumpidos, esto es, unos ocho años, para visionar todos los contenidos que se suben en una jornada.
“Hay que identificar elementos que nos ayuden a valorar la calidad de un contenido digital (fecha de actualización, autoría, perfil del creador, existencia de fuentes, etc)”
Ante este escenario, se requieren habilidades y competencias para discernir la información de calidad de la que no es de calidad. Además hay crear un “menú digital” que determine nuestros horarios o franjas de consumo de contenidos digitales. Hay que identificar elementos que nos ayuden a valorar la calidad de un contenido digital (fecha de actualización, presencia o ausencia de autoría, perfil del creador, existencia de fuentes, referencias desde otras páginas, etc). El resto es convertir la Red es un lugar donde aprender, pasarlo bien y mejorar como profesionales y como personas. En caso contrario, quedaríamos navegando sin rumbo en un laberinto de contenidos que nos acabaría perjudicando seriamente.
¿La alfabetización mediática debería tener más peso en la educación?
En algunas escuelas e institutos de Estados Unidos ya existen asignaturas destinadas a concienciar a los niños de su “branding” personal, especialmente en el ciberespacio. Cada uno de nuestros menores está participando de ese otro “mundo” que es digital. Es decisivo que tomen conciencia de dos conceptos que les afectan directamente: identidad digital y reputación digital.
Por un lado, deben saber que en la Red tienen una apariencia, un perfil, etc. que se deriva de lo que dicen, publican, comentan, etc. Y esa identidad da paso a una reputación digital. Deben cuidar ambas. Para lograrlo familias y docentes desempeñan un papel clave. Ellos son el espejo donde se miran nuestros niños. A nivel curricular, se deberían potenciar las asignaturas que trabajarán estos contenidos de forma autónoma, pero sería igualmente necesario que se aplicara un enfoque transversal de este tipo de asuntos, abarcando la totalidad de los planes de estudios. Siempre desde un planteamiento teórico-práctico estrechamente vinculado con las situaciones cotidianas de la vida real.
¿Cómo pueden, familias y docentes, formar el juicio crítico de los niños?
No se trata únicamente de convertirlos en docentes o expertos de todas las novedades técnicas que eclosionan en el ciberespacio. Los adultos juegan un papel diferente, como acompañantes, asesores, motivadores o simples, pero decisivos, “consultores”; interesados en lo que sus hijos hacen, dicen, publican… en la Red. Se trata simplemente de dialogar. De interesarse. De preguntar. Y, de este modo, lograr que los menores vean que sus referentes (padres, madres, profesores, etc.) tienen interés en lo que hacen en la Red.
“Los adultos deben mostrar interés, dialogar, trabajar en equipo con sus hijos en la Red, ofrecer respuestas… y también, muchas veces, formular preguntas”
Los estudios dicen que los adultos juegan cada vez menos con sus hijos. Y seguramente, podríamos afirmar que dialogan menos. La familia y los docentes deben contribuir a ese diálogo en torno a lo que es y permite el ciberespacio, a lo que ofrece y a lo que quita. Del mismo modo, se recomienda que de manera conjunta naveguen, busquen y visionen contenidos, portales, herramientas, etc. Aunque nos cueste un poco aceptarlo, los menores muchas veces se tornarán maestros y a los adultos les tocará asumir el rol discente del que curiosea, pide ayuda, pregunta. En resumen, los adultos deben mostrar interés, dialogar de forma constante, trabajar en equipo con sus hijos en la Red, ofrecer respuestas… y también, muchas veces, formular preguntas.
En su libro Guía para viajeros/as digitales describe los peligros que entraña la Red: grooming, phishing, robo de identidad… Muchos tienen que ver con la privacidad. ¿Qué consejos deben darse a los niños para que aprendan a sortearlos?
Todo se resume en la importancia y la necesidad de un buen diálogo con sus profesores, padres y adultos cercanos. Ante cualquier atisbo de peligro, deben preguntar, comentar, asesorarse. Del mismo modo, corresponde a los mayores interesarse por lo que hacen, por dónde están o qué dicen sus menores en la Red. La flecha marca, por tanto, una comunicación bidireccional de todos con todos. Existen consejos específicos para cada caso (no aceptar personas desconocidas, no facilitar datos personales, no acceder a páginas sospechosas, etc.), pero otra vez se impone el sentido común: prevención, cautela y mucho diálogo.
“Los estudios dicen que, respecto al uso de Internet de sus pequeños, el 36% de los padres… literalmente no hacen nada”
Por cierto, los estudios dicen que antes de cumplir los 10 años, el 71% de los niños ha tenido experiencias en el ciberespacio, y que en Iberoamérica el 45% de los menores de entre 6 y 9 años elige Internet antes que la TV. Y que uno de cada 5 usuarios de entre 10 y 18 años piensa que puede poner cualquier vídeo o foto en Internet. Y que, respecto al uso de Internet de sus pequeños, el 36% de los padres… literalmente no hacen nada.
El ciberacoso es un caso aparte. Una extensión del acoso que amplifica el problema. En una sociedad tan preocupada por los ranking PISA, ¿hay poco tiempo en las aulas para la ética, la empatía y la netetiqueta?
El tiempo es escaso y es difícil lograrlo si pensamos en espacios autónomos que demandan de grandes reformas curriculares. Quizás se ha de apostar por un trabajo transversal que abarca todas las asignaturas. E igualmente, quizás la clave es que la ética, la empatía y el buen uso del ciberespacio formen parte de un proceso formativo que empiece no desde las aulas, sino desde la puerta de entrada del centro escolar, sus pasillos, sus instalaciones deportivas… Este viaje es un viaje desde cualquier parte y desde cualquier momento.
¿Cómo puede combatirse el ciberacoso desde las escuelas?
El ciberacoso debe combatirse, en primer lugar, entendiendo que no es un problema exclusivo de la escuela. Los centros escolares, muchas veces, reproducen hábitos, conductas, carencias… que los menores traen de casa. Por tanto, el trabajo otra vez es en equipo. Todos a una: escuela, familia y otro tipo de instancias, como los medios de comunicación que pueden desempeñar un papel decisivo. En el caso particular de la escuela y la enseñanza reglada es decisivo el trabajo de información y de sensibilización. Debe potenciarse un diálogo continuado, crítico y reflexivo entre docentes y alumnos, pero también entre los propios alumnos, sobre este tema. Y establecer y facilitar los protocolos de actuación que, ante todo, deben activarse en el “antes”. Este es un factor decisivo, ya que la mayoría de las veces el acoso es noticia mucho tiempo después de que su fuerza agresiva haya empezado. Es decir, llegamos tarde. Por eso, el diálogo y el monitoreo constante son de vital importancia. En estos casos, más que nunca, los afectados deben sentir el apoyo, la proximidad y la cercanía de sus profesores y adultos para lanzarles cuanto antes una llamada (muchas veces, grito) de ayuda.
Para ser un buen viajero digital, no solo hay que navegar, sino también crear. ¿Qué recomendaciones daría a los nuevos creadores?
El creador de contenidos digitales puede de forma rápida, económica y sencilla crear su propia plataforma y nutrirla de contenidos textuales, visuales, audiovisuales, multimedia, interactivos… Las opciones son amplias y muy ricas en posibilidades creativas. La figura del creador no lleva inevitablemente a hablar del autor. Los usuarios tienen que entender la responsabilidad que conlleva ser autor de contenidos. Unos contenidos que circulan por la Red y que podrán ser consultados por internautas de cualquier rincón del mundo. Por ello, hay que cuidar cuestiones que van desde lo formal (ortografía, estructura, usabilidad, etc.) al contenido (respeto a los derechos de autor, comportamiento ético, citación de fuentes, agradecimientos, etc.). Además, debemos aprender a dialogar con nuestros lectores que ahora son lecto-autores. Y, especialmente, en un escenario infoxicado de voces y ruidos, es decisivo contar algo que valga la pena leer, ver o escuchar.
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