Neil Selwyn lo tiene claro: si tuviera que invertir dinero en educación, emplearía a más profesores en lugar de comprar más tecnología. El profesor de Educación en la Monash University de Melbourne (Australia) y autor de Is Technology Good for Education? (2016) critica el excesivo optimismo que existe hoy sobre los beneficios que la introducción de la tecnología en las aulas puede representar, pues considera que no existen soluciones técnicas para problemas que tienen su raíz en aspectos sociales, incluidos los educativos. Selwyn rechaza que la introducción de la tecnología en los procesos de enseñanza-aprendizaje sea positiva per se, aunque pide reflexionar sobre el papel de esta tanto en la educación como en nuestras vidas.
¿Cree que debemos ser un poco más críticos con la tecnología en el ámbito de la enseñanza?
Sí y no. Opino que es necesario que todos seamos críticos con la tecnología en la educación: políticos, directores, profesores… Pero, por otro lado, no creo que la gente sea estúpida. No digo nada que no se sepa o no se haya planteado, es solo que no hay tiempo en la educación para ser críticos con la tecnología, porque hay muchísimas otras cosas realmente importantes sobre las que serlo.
Hace poco hubo una huelga de padres motivada por los deberes, hemos visto protestas por el precio de las matrículas universitarias… ¡Son temas muy importantes y hay que ser crítico con ellos! No es que los directores y docentes no sean críticos, ¡por supuesto que lo son!, es solo que no disponen del tiempo para serlo con la tecnología.
Creo que todo el mundo debe plantearse por qué la usan, qué quieren conseguir con ella… Sin embargo, la realidad es que uno de los aspectos más críticos es que los profesores decidan cuándo no van a usar la tecnología. Esto es lo más relevante, que tengan opción, que no piensen que la tecnología ha caído del cielo y deben usarla. La mayoría de docentes son capaces de hacerlo.
Los docentes suelen ser críticos con la realidad social y política, pero en ocasiones se tiene la sensación de que no lo son tanto con la inclusión de la tecnología en el contexto escolar. A menudo, incluso, se da por hecho que es algo positivo. En este sentido, ¿son acaso maestros y profesores menos críticos de lo que debieran?
Sí, nunca verás docentes en la calle manifestándose o en una huelga a favor de la tecnología en las aulas, es cierto, ¡aunque deberían hacerlo! ¿Por qué los sindicatos de la enseñanza se implican más en la cuestión tecnológica? Si piensas en la forma de trabajar de los profesores, esta está condicionada por la tecnología que usan. Es lo que les hace trabajar el fin de semana, de noche o durante las vacaciones; responder correos electrónicos de sus alumnos un domingo a las tantas… Los sindicatos deberían implicarse en ello.
Nunca verás maestros en la calle manifestándose con motivo de la tecnología, ¡aunque deberían hacerlo!
Existen otras entidades y organizaciones que también deben ser más críticas, incluidas las empresas del sector educativo, sobre todo porque creo que es un privilegio trabajar con las escuelas. Me encantaría que las compañías tecnológicas dedicadas a la formación fuesen más consecuentes y tuviesen mayor responsabilidad social. Por ejemplo, las que trabajan en España, deberían colaborar con escuelas de forma gratuita, ofrecerles productos sin coste y, luego, obtener beneficios de otros campos. Debemos ser críticos con el dinero que las empresas consiguen con la educación. Es muy importante. No dejaríamos entrar a McDonalds en las escuelas para alimentar a los alumnos a diario, pero dejamos entrar a las empresas tecnológicas. Y no digo que no haya que permitirlo, porque los gobiernos no crearán tecnología, pero debemos evaluar los beneficios y consecuencias de ello.

¿Qué puede aportar la tecnología al ámbito de la enseñanza?
Muchos de los debates sobre tecnología en educación hablan sobre aprender. Pero la tecnología no trata de ayudar a aprender sino a estudiar. El uso principal de la tecnología es ayudar a realizar un trabajo escolar, se usa la tecnología para producir un texto, para registrar notas, hacer deberes o exámenes… Eso no es aprender, es estudiar, es trabajar.
En el caso de los profesores, se usa también para trabajar, pero no en términos pedagógicos, sino en términos de organización y gestión: guardar horarios, subir notas, etc. Por lo tanto, la tecnología no se usa en la parte más importante, que es la formación, sino en la institucional. Pero nunca se habla de ello.
La tecnología funciona bien cuando tienes un buen maestro, entusiasta y carismático, y cuando los alumnos son muy buenos y la clase funciona. Cuando todo es perfecto, entonces funciona bien
No existen evidencias de qué modo la tecnología contribuye a mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje. Tenemos información y algunas ideas, pero no pruebas reales. De hecho, las propuestas que hay en marcha parece que funcionan como por arte de magia. No disponemos de ejemplos que demuestren cómo la tecnología puede ayudar a los profesores y alumnos a formar y aprender mejor.
La tecnología funciona bien cuando tienes un buen maestro, entusiasta y carismático, y cuando los alumnos son muy buenos y la clase funciona. Cuando todo es perfecto, entonces funciona bien. Pero no se puede replicar en 100 clases, o 1.000, o en otros centros. La pregunta es: ¿cómo podemos escalar las situaciones en las que la tecnología funciona para todo el mundo, y que no sea solo para privilegiados? No se puede escalar. La tecnología ayuda a los que ya les va bien, a escuelas y profesores que ya tienen éxito y a estudiantes que aprenden, que no necesitan mucha más ayuda.
¿Cuál debe ser, por tanto, el primer paso: introducir nuevas tecnologías o renovar modelos pedagógicos?
Necesitamos tecnología y necesitamos nuevas pedagogías. Aunque no es que las escuelas no funcionen y haya que hacer algo. Si las escuelas no funcionaran, nadie aprendería nada, los estudiantes no pasarían de curso. No debemos rechazar las viejas pedagogías. No debemos descartar ningún tipo de pedagogía y, por eso, de alguna forma la tecnología puede servir para mejorar métodos pedagógicos que ahora se creen anticuados. Pero también hemos de plantearnos qué nuevas metodologías podemos incorporar. La mejor opción es una mezcla, siempre atentos a no perder todo lo bueno por descartar lo malo.
Sucede lo mismo con las habilidades para el siglo XXI (XXI Century Skills). ¡Una tontería! ¿Cuáles eran las habilidades de la escuela del siglo XIX? Comunicación, colaboración… Mucha tecnología es branding, y eso lo saben los docentes y les molesta. Los entusiastas de la tecnología necesitan estar menos convencidos de su propio genio y ser más humildes y modestos. Opino que la tecnología está siendo una excusa para que muchas personas que no trabajan en la enseñanza opinen sobre educación y digan lo que las escuelas deben o no deben hacer o cómo cambiar las cosas desde fuera.
Hay profesores a los que les gustaría introducir la tecnología en el aula pero no saben cómo hacerlo, por dónde empezar.
No podemos negar que vivimos en una sociedad digital, no podemos rechazar la tecnología, somos digitales. Aunque no uses la tecnología en la clase, trabajamos en un entorno digital, todo lo que hacemos es online, registrado y monitorizado… Especialmente los alumnos. Por lo tanto, no podemos ignorarlo, aunque tampoco hay necesidad de hacerlo.
Por otro lado, existe la concepción de que los profesores que no usan tecnología son como dinosaurios. Recuerdo cuando hice mi investigación en 1995: sucedió lo mismo. Los profesores que no recurrían a la tecnología y tenían más de 30 o 40 años eran considerados dinosaurios. Son los que tienen ahora 50 o 60 y de repente vuelven a ser dinosaurios. Es una tontería, pues lo más importante es mantener la curiosidad y el interés. Quizá si usas tecnología en tu día a día, entonces será lo mismo en el trabajo… y estoy seguro de que todos las usan en su vida cotidiana.
Si tienes compañeros que hacen cosas fantásticas en la puerta de al lado, ¡pregúntales!
Hay muchos docentes que usan la pizarra digital, pero más bien como proyector.
Eso no siempre es malo. Me gustaría ver un uso más orgánico de la tecnología. Que los maestros no sientan la presión de que los dispositivos cambian cada dos años y que deben conocerlos para enseñar con más éxito.
Si tienes compañeros que hacen cosas fantásticas en la puerta de al lado, ¡pregúntales! Se trata de aprender de los demás de forma orgánica, no a través de un aprendizaje profesional, de un falso intercambio. En las escuelas de éxito funciona así, pero tienes que querer hacerlo.
Al comienzo, todos abrazamos Internet como una tecnología democratizadora de la cultura y la educación. Después de 20 años, ¿cree que sigue siendo así o, al contrario, podría generar mayores desigualdades en el acceso a la educación?
La primera cuestión sobre Internet es que todo lo que creímos sobre este en los 90 pertenecía al campo del Internet abierto (Open Internet, World Wide Web). Ahora, en cambio, estamos en un mundo de aplicaciones (apps). Eso genera un escenario muy distinto porque estas apps son cerradas, y eso es fundamental. La forma en la que la tecnología se usa en el aula está mediada por las apps que usan los profesores. Cuando recurres a apps en clase no usas Internet, que es la red informática mundial (www). Es algo muy distinto… y preocupante.
La tecnología otorga privilegios a personas que ya tienen privilegios
Pero no creo que eso incremente la desigualdad. Gracias a Internet puedes hablar con cualquier persona del mundo, aunque si analizas cómo se usa en nuestro día a día te das cuenta de que no es así. Estás conectado a través de Facebook y Twitter con gente como tú. Estoy seguro que no eres amigo de muchas personas negras de 80 años de no sé dónde… ¡por supuesto que no! Yo soy amigo de hombres blancos de clase media que hablan inglés. De alguna forma, Internet nos hace estar más desconectados. En una escuela de un barrio concreto a la que los niños tienen que acudir y estar ahí, los alumnos tienen que comunicarse con gente con la que quizás online no estarían conectados. Socializan y se llevan bien a pesar de sus diferencias. Pero la educación puede resolver este tipo de diferencias.
Los profesores pueden diseñar el uso que se hace de la tecnología. Hay evidencias que muestran que la tecnología otorga privilegios a personas que ya tienen privilegios. Cualquiera puede acceder a la Red y hacer cursos online y crecer, pero quienes lo hacen son personas blancas, con estudios superiores, ordenador, un buen empleo, etc. Por tanto, la tecnología puede incrementar la educación, pero no necesariamente extenderla. ¿Qué habría que hacer para conseguirlo? Es complicado.
Se suele pensar, de forma equivocada, que la tecnología puede hacer posible educación para todo el mundo.
Por supuesto que los estudiantes pueden disponer de muchas más oportunidades. Y la tecnología hace que el aprendizaje sea más interesante. Pero, por ejemplo, en la universidad, yo les digo a los alumnos: “Te doy la lección y la puedes mirar en casa, no tienes que venir”. Y los alumnos vienen, a las 9 de la mañana. Dicen que lo hacen porque les ayuda a aprender. Vienen y en una hora aprenden y se pueden ir. Eso lo pierdes cuando tienes una amplia oferta entre la que elegir.
Estamos viviendo la revolución de los datos, del big data. ¿Cómo convivimos en el ámbito educativo con esta tendencia creciente?
Las apps que usan los profesores generan una gran cantidad de datos. Cuando tengan millones de datos sobre ti, sabrán lo que harás. Todo el sistema tecnológico está basado en el big data. Los gigantes de Internet atesoran millones de datos de alumnos de todo el mundo que pueden vender. De hecho, el learning analytics es ahora mismo un negocio enorme.
Todos los datos generados en las escuelas públicas deberían ser usados por organismos públicos
Los profesores que usan apps en la clase no son realmente conscientes de qué está pasando, de a dónde van todos esos datos que generan, mientras que las empresas ganan dinero a su costa. Todos los datos generados en las escuelas públicas deberían ser usados por organismos públicos. Son datos públicos que se almacenan y se venden en lugar de usarse para el beneficio de los alumnos y de la educación. Sería fantástico, podríamos saber cómo aprende cada alumno de Barcelona, por ejemplo, matemáticas. Los profesores deben ser conscientes de ello.
¿Debemos preocuparnos?
¡Claro que sí! Alguien en algún lugar está haciendo negocio con ello. Nada es gratuito, por tanto, como se dice en la industria tecnológica, “si no pagas por un producto, tú eres el producto”. Si fuera el director de un centro estaría muy preocupado por lo que entra a las aulas.
¿Crees que debe reflexionarse más sobre la tecnología en el ámbito educativo? Estamos preocupados por saber cómo usar los dispositivos, pero se nos escapan muchos otros aspectos.
¿Has pensado alguna vez críticamente en tus datos, en dónde van a parar?
No es fácil saberlo…
Y aunque lo pienses y lo sepas, usamos la tecnología cada día de nuestra vida y sabemos que debemos ser críticos, pero no tenemos el tiempo ni la energía. No deberíamos culpar a los profesores por no hacerlo, porque no lo hacemos en otros contextos o situaciones. No es un problema del mundo de la educación, es un problema social. Necesitamos un aprendizaje más profundo sobre lo que es la tecnología.
Add Comment