La rápida irrupción de las nuevas tecnologías en nuestras vidas y la inminente necesidad de adaptarse a ellas ha generado que muchas personas afronten el cambio desde la ansiedad, la fobia e incluso la adicción. En el ámbito educativo, está adaptación tecnológica afecta a nuestra manera de aprender y exige formación y educación para combatir problemas como el ciberacoso. José María Martínez Selva, catedrático de Psicobiología en la Universidad de Murcia, desgrana todas estas cuestiones en su libro Tecnoestrés (2011).
¿Qué es el tecnoestrés?
Tecnoestrés es un término “paraguas” que abarca los distintos problemas que pueden surgir al adaptarse con rapidez a las nuevas tecnologías. Desde los debidos a tener que aprender a hacer las cosas de una manera distinta hasta la dependencia excesiva o las adicciones.
No se trata de un trastorno o una enfermedad específica, sino más bien de un conjunto de problemas asociados a la implantación acelerada y masiva de las nuevas tecnologías en todos los órdenes de la vida.
La utilización de las nuevas tecnologías para agredir o atacar a otros o difundir información maliciosa de forma masiva formaría parte también del tecnoestrés.
¿Hay tecnoestrés en el mundo de la educación?
Lo hay cuando personas no familiarizadas con las nuevas tecnologías encuentran problemas en utilizarlas con soltura porque se lo exige su actividad en el aula, en la preparación de las clases o en la gestión de asuntos laborales.
La portabilidad de los dispositivos y la conexión continua suelen traer consigo una mayor dependencia de la tecnología y un alargamiento de la jornada laboral. Provocan que el trabajo interfiera en el tiempo dedicado a la familia, al ocio y al descanso. Pueden convertirse en un factor más de estrés, y volvernos más improductivos.
¿Qué consejos puede dar a los docentes que sufren tecnofobia?
Un uso racional de las nuevas tecnologías. El tener que hacerlo todo o casi todo a través de las nuevas tecnologías vuelve enfermas a algunas personas. Así que les aconsejo que tengan paciencia y que empiecen poco a poco, con aplicaciones que les interesen ya por sus aficiones, ya porque les permiten estar en contacto con los demás o estar informados. No todos necesitamos un iPad, ni tenemos por qué estar en todas las redes sociales. Una vez que se ha empezado es más fácil pasar a utilizar dispositivos o aplicaciones enfocados a la educación.
¿Quién es el culpable del tecnoestrés, la tecnología a la ausencia de un marco, de una educación que nos permita asimilarlas y adaptarnos a ellas?
La educación y la cultura son importantísimas, sin duda. Pienso que no se hace lo suficiente por promover un uso responsable de las nuevas tecnologías. Hemos entrado casi de golpe en una sociedad nueva sin la experiencia o formación adecuadas para desenvolvernos sin peligros.
Las nuevas tecnologías pueden usarse de forma temeraria o maligna. Lo vemos en el ciberacoso, por ejemplo, o en el intercambio irresponsable de información personal, en las reacciones de agresividad excesiva que se producen en la mensajería instantánea o en las estafas de todo tipo que hay en la Red. Una parte de la educación reglada debería dedicarse a la llamada “netiqueta”, ya imprescindible si se quieren evitar problemas, a veces graves, que afectan a jóvenes y a personas mayores.
“Me parece un error decir que se puede o se debe hacer todo en la Red. Pueden aprenderse y hacerse muchas cosas importantes y útiles sin las nuevas tecnologías”
Steve Jobs decía que sus hijos no usaban el iPad. En casa limitaba el uso de la tecnología, como otros grandes CEO de Silicon Valley…
Hay que enseñar a los hijos un uso responsable de las nuevas tecnologías. El mundo analógico o pre-digital y el mundo digital deben convivir. Por ejemplo, se ha visto que tomar notas a mano en una conferencia o una clase es mejor: se recuerda más y se entienden mejor los conceptos que si las notas se toman con un portátil. Escribir a mano es más reflexivo y conlleva el uso de más regiones cerebrales. Sin duda, es menos rápido, pero me atrevo a decir que en muchas tareas es más eficaz. Me parece un error decir que se puede o se debe hacer todo en la Red. Pueden aprenderse y hacerse muchas cosas importantes y útiles sin las nuevas tecnologías.
Por otro lado, el acceso rápido a inmensas cantidades de información solo se consigue con las nuevas tecnologías. Pero el filtrado de esa información, separar lo relevante de lo irrelevante, requiere formación y experiencia. Y esa experiencia no se baja de la Red, se adquiere en el mundo real.
¿Cómo podemos educar a nativos digitales y a la vez combatir los peligros del tecnoestrés?
Es un problema de educación y formación que depende tanto de la escuela como de los padres. Como he dicho antes, la formación reglada debe incluir las nuevas tecnologías, y su uso responsable y eficaz.
Los padres tienen un papel fundamental y activo. Deben acercarse a las nuevas tecnologías y manejarlas. Tienen que saber dónde pasan sus hijos varias — a veces muchas — horas al día para poder aconsejarles y ayudarles y, si es posible, deben ser ellos quienes enseñen a sus hijos a navegar en la Red. Sin asustarles, tienen que hablarles de los peligros que conlleva, y comentar con ellos las noticias diarias de su mal uso y cómo se puede evitar.
Uno de esos problemas es el ciberacoso.
El acoso a través de la Red es mucho más violento que antes. El acoso escolar ha existido siempre, pero estaba limitado al aula y al patio y terminaba al salir del colegio. En casa se estaba seguro. Ahora sus efectos perversos han crecido exponencialmente, duran veinticuatro horas y ya no respetan el hogar. Los insultos, las amenazas y agresiones ocurren a cualquier hora. En parte, estos efectos malignos se deben a que niños y jóvenes dan excesiva importancia a la imagen y a la reputación en la Red, que tienen una relevancia efímera. Insisto, hay que enseñarles en casa y en el colegio a usar las nuevas tecnologías, a navegar por la Red, a conocer los problemas que pueden surgir y cómo afrontarlos y denunciarlos.
“Hay que desarrollar tanto las capacidades propias de la era pre-digital como las de la era digital”
¿Afecta Internet a nuestra capacidad cognitiva?
No existen datos claros al respecto. Se ha propuesto que nuestra capacidad atencional se debilita con el uso intensivo de las nuevas tecnologías, al favorecer más un tipo de atención pasajera y superficial. En teoría, Internet nos volvería más superficiales. El problema está en que necesitamos dos tipos de atención. Una es transitoria y hace detectar cambios en nuestro entorno y seleccionar aquello que es relevante. También necesitamos un segundo tipo de atención, que nos permite concentrarnos durante períodos prolongados en una tarea o en un problema. Todas las cosas no se pueden ni se deben hacer deprisa. Esta segunda forma de atención es la que se vería atacada por utilizar de forma preferente o casi exclusiva las nuevas tecnologías.
Un efecto cognitivo ya estudiado es la denominada “subcontratación” de la memoria. Antes aprendíamos los números de teléfonos que podíamos necesitar y ahora esta habilidad casi ha desaparecido. Se ha visto que si sabemos dónde estará un dato no lo memorizamos. Ahora nuestra capacidad de recuerdo se dirige más hacia la localización, es decir, hacia dónde están los datos que hacia el contenido, el qué es lo que hay que recordar. Solo hacemos un esfuerzo de memoria cuando sabemos que un dato se va a perder o que no se podrá recuperar. Esto nos dice que hay que desarrollar tanto las capacidades propias de la era pre-digital como las de la era digital.
Dicho esto hay aspectos interesantísimos de las nuevas tecnologías en el ámbito de la educación y la rehabilitación. De entrada, la motivación, intensidad y placer que provoca un videojuego no lo hemos conseguido en el aula. Estamos dejando a un lado su potencial educativo. Por otro lado, hay interesantes experimentos del uso de los videojuegos en la mejora y rehabilitación de la coordinación visomotora, y en muchas habilidades de tipo práctico que les han hecho ganar cierta relevancia como instrumentos educativos.
¿Podríamos imaginar un futuro con mucha información, pero pocas personas capaces de analizarla?
Me atrevo a decir que no es un futuro, sino un presente. Muchos pacientes de médicos especialistas o clientes de abogados, por ejemplo, están formados e informados. Antes de efectuar la consulta o la visita al profesional, ya han leído todo lo que han podido sobre sus casos en la Red. Pero no saben interpretar y valorar la información, ni qué repercusiones prácticas tiene, ni cuál es la mejor decisión a tomar o camino a seguir. Esto sólo lo puede hacer el experto. Internet es una gran fuente de información, pero es unidireccional. Las respuestas que de verdad importan y el significado de la información solo los puede proporcionar el especialista.
Mis alumnos universitarios tienen un gran problema: no distinguen las páginas web de información fiable, avalada por universidades o centros de investigación, de las páginas web comerciales, sesgadas o de curanderismo. Y eso que se les puede considerar como nativos digitales. Les enseñamos a distinguirlas, a valorar la información que encuentran y a buscarla, sobre todo en repertorios científicos internacionales reconocidos.
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