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Dr. Valverde-Berrocoso: “Aunque las tecnologías se introducen en las aulas, no se integran verdaderamente en la docencia”

El retorno de los pequeños a las aulas en medio de esta pandemia se torna preocupante para las familias, el sector educativo, el gobierno y la ciudadanía en general. En medio de todo esto y luego de un periodo de dictado virtual a causa del confinamiento vivido, nace la cuestión de cómo es que vamos avanzando, si acaso lo hemos hecho, en términos de enseñanza digital y, un paso más allá, de alfabetización mediática. Sin duda un tema que nos involucra a todos y que por ello nos debe comprometer a todos.

Desde Aika entrevistamos al Dr. Jesús Valverde-Berrocoso, especialista en tecnología e innovación educativa y profesor titular de la Universidad de Extremadura, para conocer su opinión sobre la situación de España en el ámbito de la educación digital. El experto destaca la falta de una verdadera integración de las tecnologías en la docencia, y hace una invitación a los mismos centros de enseñanza a implementar sus propios programas de educación digital. Además, resalta lo valioso que es que la ciudadanía se forme en el adecuado uso de las TIC.

¿España supo afrontar el reto de enseñanza digital que planteó el confinamiento por la pandemia? ¿Qué pasó con el alumnado y el profesorado?

Sobre esto falta por realizarse un estudio serio. Sin embargo, pienso que primero deberíamos preguntarnos cómo estaba en el mes de marzo la educación digital en los centros educativos, de primaria y secundaria, para entender qué es lo que ha ocurrido después. Esto es variable entre comunidades autónomas, pero en general, a partir de estudios que hemos realizado [desde la Universidad de Extremadura] sobre la integración de las tecnologías en las aulas, y en coincidencia con lo que sucede en otros países, pues evidentemente ha habido una introducción de tecnologías, pero no ha habido realmente integración de las mismas en docencia. Por lo tanto, en la mayoría de los casos y sin llegar a generalizar, estas siguen siendo herramientas que han sido utilizadas esporádicamente, sobre todo en las etapas inferiores de educación.

La explicación es que cuando hemos tenido necesariamente que utilizarlas, nos hemos encontrado, por una parte, con un profesorado con competencias limitadas, no solo de tipo técnico, sino de la actuación pedagógica. Por lo tanto, ha habido limitaciones en cómo hacer en un entorno diferente algo que [los docentes] hacemos bien en un entorno presencial. Y es que la formación de profesorado en el manejo de este tipo de herramientas se ha dado durante décadas de manera masiva, pero cuestión totalmente diferente es la idoneidad de esas tecnologías en la actuación pedagógica y curricular.

Por otro lado hemos visto el problema de las infraestructuras. Lo hemos visto todos. Profesores y alumnos han trabajado con lo que tenían en su domicilio, y en eso evidentemente hay grandes diferencias, que muchas veces han hecho que esto sea muy difícil. Esto pasa porque se ha querido trasladar literalmente lo que se hace en el aula a un entorno virtual y esto no tiene sentido. Se ha tratado de remediar con las tecnologías la falta de formación pedagógica.

Asimismo, también hay factores contextuales. Es muy complicado tener espacios para que los padres puedan teletrabajar y a la par los niños puedan hacer sus tareas… Ha habido condiciones complicadas para decir que esto haya salido bien. Pero afortunadamente ha sido un final de curso, lo que ha hecho que los aprendizajes se hayan visto afectados, pero no de un modo tan radical.

Por lo tanto, podemos decir que ha habido situaciones en las que se ha conseguido [afrontar este reto] y otras en las que no se ha podido llegar, por factores de acceso, de brecha digital, de falta de formación de profesorado y, sobre todo, porque las administraciones no estaban preparadas para este tipo de procesos por tener todo orientado a la presencialidad.

¿Qué quedó en evidencia del sistema educativo español? En comparación a otros países, ¿cómo está?  

Desde el punto de vista de los recursos y de la brecha digital, hay bastantes similitudes en muchos de los países. Además, es evidente que el nivel socioeconómico de las familias es uno de los factores determinantes. Lo que creo es que este problema tan grave de tener los colegios cerrados, afectando a millones de alumnos y profesores de todo el mundo, debería hacernos pensar en oportunidades. Hay algunos países que considero las han aprovechado y otros que no tanto. España está en el segundo grupo, en cuestiones como la autonomía de aprendizaje del alumno. Nuestro sistema educativo no prepara al alumno para esa autonomía. Y cuando se dan circunstancias como la del confinamiento todo se torna muy difícil, pues el alumno requiere constantemente estar apoyado por el docente.

Estas son cuestiones que el sistema debería replantearse. Otro punto más es la flexibilidad horaria. Ahora la necesitamos para que los alumnos ingresen al centro en momentos diferentes. Esto hasta el momento no se había planteado; sin embargo, es algo que podría mantenerse, porque las horas excesivas que el alumno se encuentra dentro en el aula podrían invertirse en otras actividades dentro del mismo centro educativo. En pocas palabras, la situación que hemos vivido nos da la oportunidad de plantear un tipo de metodología que sea viable con las condiciones que tenemos.

¿Ve futuro en este regreso a clases presencial? ¿O es necesario volver a la enseñanza digital o encontrar un híbrido?

Creo que en el caso de la educación infantil es fundamental que los centros estén abiertos y los niños y las niñas vayan a las aulas. Es decir, en ese caso, aunque se puede hacer y se hace, es difícil la educación digital, pero tiene un planteamiento distinto. Cuando evidentemente no ha habido otro remedio que la no presencialidad se ha tenido que hacer.

En el caso de la educación secundaria sí se podría plantear un modelo híbrido. Creo que, en general, los alumnos se pasan muchas horas sentados escuchando en el horario escolar y aquí resulta una buena opción flexibilizar los horarios y también los contenidos. Hay que hacer adaptaciones y centrarse en lo fundamental.

Yo pienso que era necesario abrir los colegios. Teniendo en cuenta además que socialmente no estamos preparados para que los niños no vayan a la escuela porque las familias no pueden abordar esto, tienen que trabajar. Y aunque la escuela no necesariamente está llamada para esta función, también la cumple.

“La educación digital no es dar clase a través de videoconferencia: implica un replanteamiento de la actividad en el aula. Es muy importante cambiar el paradigma transmisivo”

¿Qué le falta a España en términos de educación digital?

Evidentemente hace falta que las administraciones faciliten el acceso a recursos, a becas, a ayudas para la adquisición de este tipo de materiales que son necesarios. Se debe atender a ese 5 o 10% de la población que tiene estos problemas. A partir de allí, la educación digital no es dar clase a través de videoconferencia: implica un replanteamiento de la actividad en el aula. Es muy importante cambiar el paradigma transmisivo. Eso se va haciendo poco a poco, y todavía hay mucha dependencia de la transmisión en el conocimiento, los recursos educativos abiertos necesitan estar disponibles pues son fundamentales para que la educación digital se desarrolle. Los profesores por ejemplo pueden crear material, pero no los recursos.

Hay que cambiar del sistema transmisivo a un modelo más activo del alumno, pero eso requiere de una buena infraestructura y de que existan recursos digitales apropiados para ello. En España el libro de texto es el recurso por excelencia, y esto implica una barrera que debería ir superándose; no hay que suprimirlo, pero sí hay que usarlo junto a otra serie de materiales. Es una cuestión de concepción.

La evaluación también ha sido otro problema. Tenemos un modelo evaluativo que exige la presencialidad y es de tipo memorístico, de papel y lápiz… Estos son planteamientos que deberíamos cambiar y que, independientemente de la pandemia mejoraría nuestro proceso educativo.

El Plan Educa en Digital anunciado por el Gobierno Español para el curso 2020-2021 claramente es necesario pero, ¿usted lo considera completo?, ¿lo ve viable?, ¿es realista?

Una de las conclusiones de nuestros trabajos de investigación, es que hace décadas, las administraciones, y en nuestro caso también las comunidades autónomas, proponen diversos planes y proyectos, pero a pesar de todo eso sigue sin existir una integración real de todas estas herramientas, como sí sucede en otros ámbitos de nuestra vida.

Nuestra propuesta es que la única manera de hacerlo bien es que cada centro educativo, a través de su propio contexto, de sus propias necesidades, de su propia visión sobre el papel de la tecnología, elabore su proyecto de educación digital. Por ejemplo, aquí en Extremadura, a raíz de nuestros trabajos [de investigación] se emprendió una iniciativa de este tipo. El año pasado hubo centros que empezaron a generar su propio proyecto. Entonces, el problema de los proyectos tanto del ministerio como de las administraciones es que se centran fundamentalmente, además yo creo que es su papel, en dotar de recursos, pero el nivel pedagógico queda todavía sin atención. Debería por lo tanto darse más autonomía a los centros.

Mientras no exista una formación de profesorado (desde el nivel inicial) y que cada centro no descubra cuáles son sus posibilidades y qué quiere hacer con las tecnologías, pues todos los planes serán gastar dinero, pero su eficacia será limitada.

El reto es grande. Como ciudadanos, ¿qué podemos hacer?

Es bueno trasladar el tema al plano ciudadano, porque no se reduce solo a la escuela. Estamos viendo que entre un 5 y 10% de la población española tiene problemas de acceso a los recursos y a la infraestructura digital. Esto es un porcentaje importante, sin embargo, aún está el 90 o el 95% que sí lo tiene; pero a pesar de eso, hay otras brechas que son la cultural y la educativa. Entonces, todo depende de la formación de las familias y de que la ciudadanía en general se dé cuenta de que estas herramientas tienen una función básica, cultural, de formación, que es la que muchas veces no es visible.

Por ejemplo, el teléfono móvil o la tableta los podemos utilizar para ingresar a las redes sociales a modo de entretenimiento, y no descubrir cómo utilizar esas herramientas para aprender. Entonces, la alfabetización de información y la competencia digital son fundamentales, y eso es algo que ahora escapa a la escuela. Allí debería darse, pero forma parte también de la familia y de la ciudad como educadoras. Esto es algo importante porque somos usuarios masivos de este tipo de recursos y, sin embargo, cuando tenemos que usarlos para la educación nos encontramos con problemas de concepción y de entender cuáles son sus posibilidades.

Evidentemente es una tarea compleja. Utilizar las herramientas digitales requiere de competencias básicas como la lectura o el saber expresarse de manera escrita u oral. Estas siguen siendo fundamentales para que la experiencia de aprendizaje no se empobrezca, para aprovechar todas posibilidades que las tecnologías nos puedan ofrecer y para alcanzar esa autonomía que mencionábamos antes.

“A pesar de que entre 90 o 95% de la población española tiene acceso a recursos e infraestructura digital, existe una brecha cultural y educativa. Depende de la formación de las familias y de que la ciudadanía en general se dé cuenta de que estas herramientas tienen una función básica, cultural, de formación”

Habla sobre la alfabetización mediática. ¿Tenemos mucho por andar en este terreno?

Sin duda. Muchas veces cuando se habla de este tema se piensa que basta con saber encender el ordenador, enviar un mensaje por WhatsApp, etc.; sin embargo esas son habilidades muy elementales. Estamos hablando de habilidades que van mucho más allá. Saber buscar la información, valorar la calidad y fiabilidad de esa información, etc., son competencias digitales que trascienden el saber usar uno u otro programa electrónico. Estas son cosas que todavía falta enseñar, y las escuelas deberían dedicar tiempo a ello.