
Benedetti lo escribió hace tiempo y, sin saberlo, anticipó en toda su crudeza la perplejidad en que nos encontramos hoy día: “Cuando creíamos saber todas las repuestas, nos han cambiado todas las preguntas”. La responsabilidad de este estado de perplejidad la tiene un virus pandémico que, además de amenazar la vida de millones de personas en el mundo, impone un parón -el mundo se detiene, según Martín Caparrós- de la actividad social que redefinirá, a buen seguro, el próximo decenio de la humanidad.
Desde hace años veníamos pensando -ufanos y confiados- que lo sabíamos todo: cómo progresar, cómo relacionarnos, y cómo organizar el mundo… Ahora, tras el COVID-19, solo sabemos que ya no sabemos casi nada. Aquel horizonte que avistábamos –el confortable 2020- no existe ya: se ha hecho añicos. Y, por delante, tenemos una tierra ignota, y un sinfín de nuevos interrogantes.
¿Cuáles son esos interrogantes que hemos de empezar a contestar desde ahora mismo? He tratado de resumirlos en 10 ejes cada uno de los cuales apela a los grandes cambios que hemos de acometer.
- ¿Cómo proteger la vida y la salud, de ahora en adelante? Ante la eventualidad de que el COVID-19 se haga endémico y de que surjan otras pandemias en el futuro, ¿cómo hemos de protegernos? ¿Qué nuevos sistemas sanitarios necesitamos? ¿Cuántos recursos más habrá que invertir en ellos? ¿Cómo distribuiremos estos recursos y cómo ofreceremos protección adecuada a los más vulnerables?
- ¿Cómo respetar el equilibrio ecológico en momentos en que el COVID-19 ha puesto tan en evidencia su necesidad? Si reconocemos que es la ruptura de ciertos ecosistemas lo que favorece la aparición de pandemias, ¿cómo asegurar que no estos se romperán en el futuro? ¿Cómo luchar de verdad ante el calentamiento global que es el principal destructor de los equilibrios ecológicos? ¿Cómo armonizar el nuevo hábitat artificial que hemos construido con el entorno natural?
- ¿Cómo crear un nuevo marco de relaciones personales y sociales en el contexto post-COVID 19? Si la respuesta a la pandemia nos impone la distanciación social, ¿cómo aseguramos el necesario contacto humano y las relaciones personales en un contexto en el que habremos de respetar distancias sociales considerables? ¿Cómo evitar que los medios digitales, que aparecen como sustitutivos del contacto humano, acaben expropiando nuestra propia vida?
- ¿Cómo luchar contra la desigualdad en el día después? ¿Cómo potenciaremos la distribución equitativa de la riqueza? ¿Cómo protegeremos la igualdad de derechos? ¿Cómo impediremos cualquier tipo de discriminación en tiempos de contagio, en los que la estigmatización puede ser una nueva fuente de conflictos?
- ¿Cómo asegurar la democracia y una esfera pública libre y cooperativa cuando, tras el COVID-19 se redefinan todos los espacios públicos? ¿Cómo resistiremos a la supervigilancia de nuestras vidas y a la apropiación indebida de datos personales? ¿Cómo responderemos a la emergencia de grandes superpoderes estratégicos y tecnológicos que amenazan la democracia y la autonomía personal? ¿Cómo hacemos frente al sectarismo, la polarización, y el calentamiento progresivo de la esfera pública? ¿Cómo afrontamos la inflación de bulos, noticias falsas y desinformación que corroen la democracia?
- ¿Cómo lograr una economía sostenible tras el COVID-19? Cuando sabemos que el exceso favorece la enfermedad pandémica, ¿cómo conseguiremos equilibrar el crecimiento? ¿Qué nuevo papel ha de desempeñar en este crecimiento el Estado? ¿Cómo impedir que se instale, por encima de todo, la cultura del consumismo exacerbado? ¿Qué nuevos equilibrios debemos asegurar entre producción y consumo? ¿Cómo distinguimos la producción esencial de aquella prescindible que perjudica a la vida y al medio ambiente?
- ¿Cómo asegurar trabajo, el empleo y la actividad tras el COVID-19? Si necesitamos potenciar el pleno empleo, ¿qué medidas necesitaremos para conseguirlo? Cuando se ha desarrollado por necesidad el teletrabajo, ¿cómo lo conciliaremos con los derechos laborales y la conciliación familiar? ¿Cómo haremos frente al riesgo de precarización, dependencia creciente e, incluso, el casi esclavismo que está imponiendo la platamorfización de la economía y la robotización?
- ¿Cómo impulsar la ciencia, la educación y la tecnología en el nuevo contexto post COVID-19? ¿Cómo sostener el pensamiento crítico que exige la educación y la producción científica en un mundo en que proliferan los bulos, la desinformación, las falsas noticias, y se han constituido grandes los oligopolios de la información y del saber, que se han reforzado tras el COVID-19? ¿Cómo conciliar las facilidades y los riesgos que representan el crecimiento de la tele-educación y la apropiación digital de los recursos informacionales? ¿Cómo afrontarlos eventuales confinamientos que dificultan la actividad escolar y educativa?
- ¿Cómo asegurar la libertad y la seguridad de creación, artística y cultural tras el COVID-19, cuando casi todas estas actividades parecen quedar confinadas en las redes digitales? ¿Cómo recuperaremos el sentido de lo local tan ligado al contacto humano y el espacio cercano? ¿Cómo mantendremos la diversidad en un proceso de continua estandarización y masificación digital de los productos culturales?
- ¿Cómo alcanzar un nuevo orden internacional tras el fracaso que ha supuesto la globalización salvaje que hemos vivido y el sinfín de conflictos bélicos que no hemos logrado superar? ¿Cómo superamos el unilateralismo, la explotación, las invasiones, las perversiones de las culturas y de las formas de vida? ¿Cómo asegurar una gobernanza democrática global en un mundo que la necesita cada vez más? ¿Cómo limitar los efectos de las fronteras que ahora parecen levantarse denodadamente?
Toca pararnos en seco y movilizarnos para repensarlo todo, y poder contestar estas preguntas y pronto. Como escribe Martín Caparrós en el NYT, “los grandes momentos de la historia solían consistir en que el mundo se movilizaba para matar personas; este consiste en que el mundo se detiene para salvar personas. Aparece, entonces, la idea de que detener puede ser un arma tan fuerte como movilizar. Sobre todo si se trata de salvar. Todo consistirá, quizás, en moverse para detener ciertas movidas, ciertos movimientos: la acumulación y el despilfarro. Detenerse es moverse. Y dudar en lugar de creer: repensar en vez de repetir. No temer a la duda sino a la certeza. O seguiremos insistiendo en el mismo fracaso, y fracasar no habrá servido para nada”.
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