Este texto pretende ser una opinión pedagógica y social frente al fenómeno silencioso de la inclusión de ayuda farmacéutica en las aulas de clase. Desde hace décadas varias medicinas se incluyen en la dieta de alumnos para mejorar sus niveles de atención, comportamiento y rendimiento académico. Hoy en día, esta práctica ya pasa a ser normal y cotidiana dando lugar al interrogante pedagógico y social que si en verdad es necesaria para lograr el éxito académico de un estudiante en el sistema académico.
De la ciencia ficción a la realidad
En cuántos momentos de nuestra vida quisiéramos algo que nos pudiera ayudar a aprender, memorizar y analizar meta información de un día para otro. O poder ser expertos en un tema incrementado el nivel de lectura y la recordación de la misma. Analizar problemas difíciles en cuestión de segundos; entre miles de funciones más que nos harían más fácil el camino al éxito incrementando nuestra capacidad intelectual.
Estas acciones son llevadas a la pantalla grande, como es tarea del séptimo arte el ilusionar, esperanzar y criticar la vida común del hombre; a través de una película que coloca en la esfera pública un medicamento que potencia la capacidad neuronal para mejorar el conocimiento y ayuda a exagerar nuestras virtudes académicas (para los lectores que no se han visto el film les recomiendo en su título original: Limitless o en español Sin límites. Además el tema ha avanzado tanto que en los últimos meses la compañía de entretenimiento Netflix ha sacado un seriado con el mismo nombre).
No solo bastaba con la película, desde comienzos del año anterior los titulares de todo el mundo se enfocaron en presentar un nuevo medicamento que ayudaba a incrementar la inteligencia humana. Varios sensacionalistas se atrevieron a probarla para poder escribir y presentar desde su experiencia los resultados de si funcionaba o no. Otros medios en sinuosas investigaciones, empezaron analizar mejoras de rendimiento personal de ciertas celebridades que aparentemente desde hace algunos años utilizaban dicha medicina. Actos que desinforman debido a que la farmacéutica aplicada a la mejora del rendimiento intelectual lleva varios años de carrera, investigación y miles de millones de dólares en gastos. Tiempo atrás, algunos alumnos en las aulas estaban familiarizados con medicamentos similares o que se utilizaban para tal fin: mejorar la atención, aumentar ciertas habilidades académicas y entender de manera más fácil y rápida lo que en momentos era imposible. Estos fármacos ayudan a los receptores neuronales para estimular el proceso biológico de la cognición humana. Es sencillo, si el aprendizaje es un estímulo nervioso que hace que nuestro cerebro aloje información, y para este fin se libran diferentes compuestos químicos, mirado desde la farmacéutica y la química, este puede potenciarse mediante la inclusión en la mezcla de algunas sustancias externas que mejoren este proceso biológico.
La última salida
Normalmente quienes utilizan este tipo de medicamentos no son los alumnos ejemplares del sistema educativo. Claro, aquí funciona que la medicina es para los enfermos, por tanto es difícil el proceso de aceptación social del medicamento y del diálogo en la esfera pública. En momentos pude llegar a ser tabú. Pero es de cuestionar el camino que se traza para llegar a medicar a un estudiante.
Partamos de lo básico, es un medicamento, por tal debe ser formulado por un médico, en este caso el psiquiatra, neurólogo o neuropsiquiatra. Si es un medicamento formulado, debe en supuesto ser recetado para una enfermedad que es llamada trastorno de atención o déficit de atención. Técnicamente hablando según el vademécum médico la mayoría de estos compuestos pertenecen a los psicofármacos que son medicamentos controlados y con una serie de contraindicaciones (recordando que en el debate médico mundial sobre este tipo de medicamentos, que está algo tenso, existe un desacuerdo sobre todo por lo último mencionado: los efectos secundarios).
Sin la necesidad de moralizar el uso de estas ayudas químicas en la mejora del funcionamiento neuromotor para fines del aprendizaje, lo anteriormente descrito, lleva a pensar en el recorrido que hacen nuestros estudiantes para llegar a este punto. Primero se empieza con las quejas de los maestros o compañeros de colegio que hacen que se abra un proceso de acompañamiento. Resultado, proceso disciplinario o académico en la escuela. Segundo, al no encontrar resultados, el colegio pide acompañamiento externo donde luego de varias valoraciones se puede decidir entre terapia ocupacional o ejercicios que le ayuden a mejorar su atención, y cuando no se obtienen resultados, lo único que queda es la medicación. Esto siguiendo el debido proceso, porque hoy ya varios docentes son amantes de medicar, diagnosticar y hacer el trabajo de los médicos para solucionar el comportamiento del “niño problema”.
Las causas pueden ser disciplinarias, como ya se nombraba, o académicas. Pero queda la duda de ¿cuántas estrategias se utilizan en el aula para poder ayudar a un alumno? O ¿si revisamos los diferentes dispositivos o medios de aprendizaje y nos atrevemos a utilizarlos para que el estudiante pueda aprender de otra manera? ¿No será trabajo de la didáctica en el aula? Miles de preguntas circundan sobre el tema del acompañamiento pedagógico y psicopedagógico al respecto, pero al final la medicación aparece como la última salida.
¿Quién necesita más el medicamento: la escuela o el alumno?
Sin duda a equivocarnos, todos las partes de este gran rompecabezas deben tomar la medicina: escuela, familia y estudiante. ¿Pero qué tipo de medicina deben tomar?, he aquí el asunto. Antes de pensar en medicar a un estudiante, se debería tomar toda la medicina pedagógica y didáctica posible y conocida sin contraindicación. Es bueno revisar si alguno (estudiante, familia o la escuela) padece alguna enfermedad. No será que, ¿la escuela está enferma y necesita de un medicamento pedagógico, didáctico o comunicativo para que no excluya al estudiante del aula y lo coloque en riesgo de ser medicado? Por ejemplo, para la escuela se podría revisar la siguiente sintomatología: primero, si ella ha acompañado de manera correcta al estudiante para que en un consenso interdisciplinar determine la inclusión de medicamentos como ayuda para mejorar una enfermedad y así potenciar el desarrollo cognitivo del estudiante. Segundo, si la escuela ha adelantado todo el apoyo didáctico para que el estudiante pueda mejorar mediante el refuerzo pedagógico o el cambio de los dispositivos de aprendizaje. Y tercero, si se ha apoyado a los maestros para generar estrategias diferentes en el aula o ellos se han reunido para determinar planes de trabajo y evaluarlos para generar nuevas estrategias pedagógicas entre todos en las clases. Si se padece alguno de los síntomas, ella necesita medicina para que sus funciones pedagógicas, curriculares, didácticas y evaluativas funcionen mejor. Siendo consientes de las realidades actuales no estaría mal de medicar también al sistema educativo, si esto le sirve para potenciar y mejorar cada tarea que tiene día a día.
No será que, ¿la escuela está enferma y necesita de un medicamento pedagógico, didáctico o comunicativo para que no excluya al estudiante del aula y lo coloque en riesgo de ser medicado?
Se hace una advertencia que queda abierta en el texto. Ya antes la habíamos mencionado. Advertimos que algunos docentes pueden incurrir en propiciar este método farmacológico en el colegio o universidad debido a la facilidad de mejorar el comportamiento del estudiante en el salón, pero esto no les quita la responsabilidad que tienen de guiar el proceso de aprendizaje del estudiante.
Además, no se puede culpar solo a la escuela descargando la responsabilidad de la familia y el estudiante. También se debería diagnosticar a la familia. Los síntomas podrían aparecer en ellos y necesitarían medicina. Se debería examinar primero, su nivel de compromiso para con su hijo o hija; segundo, revisar si la inclusión de sus hijos en el sistema educativo es un acto pensado, si se han detenido a revisar si el modelo pedagógico propuesto es el más acertado para sus hijos. Tercero, mirar cómo se está adelantando el acompañamiento o refuerzo en casa; y como cuarto ítem de revisión de sintomatología muy importante, mirar cómo se ha venido adelantando la formación moral del estudiante. Si se falla en alguno de los anteriormente descritos, estos también debería tomar medicina o vitaminas que le ayuden a cumplir sus responsabilidades familiares, inventir más tiempo en sus hijos y tratar de preocuparse por lo que pasa en la escuela con ellos.
Y el último que debería pasar por el doctor es el estudiante. Se debería examinar el nivel de responsabilidad, motivación y compromiso en la escuela. Si se diagnostica alguna falencia se podría tomar medicina pero de la pedagógica, de la didáctica y la del acompañamiento. Pero en un mundo donde todo va a la velocidad de la luz, la escuela no se queda atrás y entre sus afanes no encuentra espacios para estos estudiantes donde su salida más fácil es la farmacéutica educativa.
Este tema de segundo plano en las escuelas es poco analizado y reflexionado pedagógicamente. Junto a ello, se suma el tabú de las familias que por la presión social no publican este tipo de problemas y no se dejan acompañar. Pero sobre todo, prima que el estudiante se debe acostumbrar al sistema educativo y sino queda excluido o debe medicarse para poder encajar en él. Hoy en un mundo de avances tecnológicos y bio-médicos cualquier dispositivo que nos ayude con facilidad a solucionar un problema es bien visto y se incluye sin muchas veces revisar sus posibles consecuencias. Por esto creo, que en los años venideros hablaremos más seguido de la farmacéutica educativa para ver si ella nos ayuda a romper los límites desde la facilidad de tomar una pastilla. Se debería a la par en este tema, desde la responsabilidad social, tener una proporcionalidad en la investigación bio-química y la investigación pedagógica, para así ayudar a encontrar los límites que definan sanamente la inclusión de medicamentos en el proceso de enseñanza aprendizaje de los estudiantes quienes al final son quienes se deben tomar sus medicinas.
Por: @fraternico
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