Los desafíos que presenta la adolescencia son siempre un tema crucial para los padres, quienes desean poder compartir con sus hijos de manera óptima esta etapa de sus vidas. Sin embargo, encontrar el método correcto de hacerlo resulta una tarea complicada, ya que cada situación familiar requiere acciones distintas.
Mario Izcovich, psicólogo y psicoanalista, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, vicepresidente del Instituto de la Infancia de Barcelona, así como autor de Tiempo de transformación (2014), colaborador en la columna El divan para el periódico español La Vanguardia; recoge en su nuevo libro Ser Padres, ser hijos (2017) las experiencias e inquietudes generadas a lo largo su trabajo colaborativo con grupos de padres de adolescentes.

El psicólogo destaca su interés hacia la adolescencia y propone la creación de soluciones cooperativas a partir del trabajo de los padres con sus pares, quienes se encuentran situados en etapas similares. Además, señala una serie de conceptos que aparecen en el mundo empresarial, como gestión, administración u objetivos, y que cobran lugar en espacios externos que repercuten en la familia y la escuela.
¿Por qué opina que la educación en la actualidad es sinónimo de gestión?
Este discurso, con palabras como la gestión de las emociones o del tiempo, tiene una influencia en nuestra sociedad. Se imponen cada vez más en el mundo de la educación protocolos que si se estudian a profundidad ocurren en el mundo de las empresas.
Estas palabras poco a poco se van trasladando no solo al mundo de la educación, sino además al mundo de la familia. Es cada vez más frecuente escuchar gurús que aparecen como especialistas en el tema de las emociones, sin embargo a veces no tienen titulación de psicólogos, más bien provienen del mundo de la empresa, donde han funcionado como consultores y constantemente hacen recomendaciones en un sentido empresarial.
“Se habla de entrenar a los hijos, entrenar los sentimientos, términos muy propios del mundo de la empresa”
Se habla de entrenar a los hijos, entrenar los sentimientos… términos muy propios del mundo de la empresa y que tienen un sentido en ese mundo, tienen que ver con cumplir objetivos, ganar dinero, pero cuando hablamos de la educación o de la familia, se habla de campos totalmente distintos.
Vivimos en una sociedad que establece etiquetas y que todo el tiempo está buscando palabras vinculadas al marketing, que sean muy vendedoras. Es así como se crean conceptos que en el fondo son muy generales, que describen algo, pero luego en cada familia la situación es más particular.
En un texto afirma además que la escuela ya no es lo que era. ¿Por qué considera que la escuela ya no es lo que solía ser?
La escuela no es lo que era porque el mundo ya no es el que era, retomando lo que aseguraba Zygmunt Bauman sobre la modernidad líquida, quien precisamente hizo un análisis de cómo nuestra sociedad ha ido cambiando.
Las instituciones como la escuela, la familia o la iglesia han sufrido cambios importantes que tienen que ver con el declive de la figura de autoridad y los modelos nuevos de familia. En la educación, el modelo tradicional de enseñanza ha cambiado. La idea de que el saber estaba antiguamente situado en la escuela se ha difuminado con la irrupción de Internet, ahora se sabe que se puede aprender muchas más cosas fuera de la escuela. De esta manera el profesor se tiene que ganar la autoridad que en el pasado le era otorgada.
¿Cómo han cambiado los modelos de educar?
El tema de la tecnología ha irrumpido potentemente en las aulas. Todo modelo de hablar cara a cara, en un horario determinado, ha sido desplazado por una serie de prácticas escolares que pueden consistir en enviar los deberes por email, contactar al profesor fuera del horario establecido mediante redes sociales, etc; esto significa que incluso el horario de funcionamiento de las escuelas va cambiando.
Es importante considerar que hay cuestiones en la educación que tienen que ver con lógicas del pasado, y si los sistemas educativos continúan de la misma manera en realidad tienen que ver con otra cosa, no solo con el tema de la formación sino con disciplinar a los niños, a los adolescentes, a cumplir una serie de horarios, a que estén sentados y a que funcionen de una manera determinada.
“Todo lo que vemos como innovación, en realidad es algo del pasado”
Lo interesante es que todo lo que vemos como innovación, en realidad es algo del pasado. Los proyectos como Montessori, sistemas activos o escuelas en Finlandia toman ideas que ya estaban hace mucho tiempo, por ejemplo una escuela que promueva la pregunta, la curiosidad y los procesos experienciales.
¿Qué obstáculos aparecen en la educación con adolescentes y qué permiten mejorar las nuevas tecnologías en la educación?
Hay cosas muy interesantes y positivas en las mismas, se puede aprender cosas a través de Internet, pero también se puede hacer un mal uso. Pienso que aún en las escuelas esto no se ha entendido correctamente, están aún en el proceso de aprender la posibilidad del uso. Creo que no hay que convertir a las nuevas tecnologías en una especie de dios donde está todo.
Un ejemplo claro es el uso de los móviles, el cual está sancionado dentro de la mayoría de los centros educativos. Sabemos que actualmente los teléfonos móviles que utilizan los adolescentes son prácticamente un ordenadores, y esto requiere por parte de los profesores ir un paso adelante y estudiar los usos positivos se pueden hacer de la herramienta dentro de las escuelas.
¿Cómo es el sentir de la cultura del diálogo a través del uso de los móviles?
Hablo en el libro de la cultura del diálogo y la cultura de la conversación, pero creo que no tiene que ver con el tema de los móviles, sino con algo mucho más general, pues probablemente en el pasado tampoco había esta cultura del diálogo.
“Se fomenta más la conexión de los adolescentes con las pantallas, que tiene como consecuencia la desconexión del cara a cara de las personas”
El problema es que se fomenta más la conexión de los adolescentes con las pantallas, que tiene como consecuencia la desconexión del cara a cara de las personas. Tomemos el ejemplo de adolescentes 20 años atrás: tampoco conversaban tanto los padres con los adolescentes. Es verdad que los padres de hoy en día son un poco más “modernos”, pero en las experiencias de las reuniones con padres existen muchos referentes de padres que pasan todo el día trabajando y, al llegar a casa, lo primero que hacen es conectarse al ordenador, pensando en que es su momento libre y desean consultar información en Internet.
Es cierto que hay una pérdida del contacto personal, existe la supuesta idea de que hoy estamos más conectados, pero yo creo que la calidad de esta conexión es diferente, aunque tampoco podemos caer en el pensar que el pasado fue mejor. Era diferente.
¿Qué consejos daría un padre para recuperar esta conversación que se está perdiendo?
Los padres deberían dar más espacio a que se pueda conversar. La cuestión interesante es que muchos padres tienen una definición de conversar muy peculiar, que es encontrarse con un adolescente y comenzar a hacer preguntas, ¿Qué has hecho?, ¿Con quién has estado?, ¿Qué te han dicho?. Esto nada tiene que ver con conversar ni es cultura del diálogo; esto es querer investigar, querer saber y querer controlar al hijo.
“Muchos padres tienen una definición de conversar muy peculiar: encontrarse con un adolescente y hacer preguntas. Esto es querer investigar, querer controlar”
Cualquier momento puede ser el ideal para estar con los otros y conversar en familia, hay ese mito de creer que esta es una dificultad de los adolescentes, pero es de todos. En el diálogo uno debe poder contar algo, hablar de algún tema, de política, de un deporte. Las oportunidades pueden ser múltiples: durante las compras, en un viaje, al mirar la televisión… ¡Hay muchas oportunidades!
¿Cómo es posible acompañar con las nuevas tecnologías? ¿Dónde está la relación con la autonomía?
Desde siempre los padres de adolescentes quisieron controlar la vida de sus hijos. Esto por un lado tiene la dificultad de aceptar que el adolescente tiene que hacer su camino, se tiene que separar de sus padres y esto supone poder entrar al mundo que le rodea. Pero para los padres esto genera mucho miedo.
La otra cuestión es que a los padres les cuesta mucho separarse de sus hijos. Este control que se ejerce es una manera de perpetuar que los hijos sigan siendo niños y estos padres sigan teniendo la función que tenían.
“Desde siempre los padres de adolescentes quisieron controlar la vida de sus hijos”
Cuando estos hijos empiezan a ser autónomos los padres atraviesan una gran dificultad y a veces no tienen temas de conversación en común, ya que el tema habitual solía ser hablar de los hijos. La pareja de golpe se tiene que reencontrar como cuando eran jóvenes y ocuparse de ellos mismos. Esta es una tarea complicada, por lo cual muchos de estos padres eligen seguir ocupándose e invertir todas sus energías en preocuparse por sus hijos.
Hace muchos años, cuando no existían los móviles, los padres sufrían muchísimo. Los jóvenes pasaban horas encerrados en su habitación hablando por teléfono fijo con un amigo, quizás un amigo que habían visto en la mañana. Mientras, los padres se desesperaban por saber de qué habían estado hablando. Es de toda la vida de los adolescentes que los padres quieren indagar en qué están sus hijos.
Hoy en día los jóvenes se quedan sin batería en el móvil para evitar ser localizados y controlados. Se van creando aplicaciones para controlar, pero no necesariamente tiene que ver con los peligros que hay en la sociedad sino con las dificultades de los adultos.
Add Comment