El presidente electo de EEUU, Donald Trump, tras su triunfo en las pasadas elecciones ha capturado la atención del mundo entero, y es que desde el inicio su campaña se ha distinguido negativamente por discursos tanto de misoginia como rechazo hacia los migrantes que residen ilegalmente en Estados Unidos.
Es bien conocido que Trump, bajo el eslogan “Make America great again” pretende volver a América grande nuevamente, construyendo un muro físico en la frontera con México para evitar la inmigración. Pero, más allá del muro, los ojos del mundo se vuelven hacia las nuevas políticas que se plantea, ya que en su mayoría van dirigidas específicamente a la expulsión y rechazo a los no americanos, incluso a los nativos americanos de orígenes extranjeros. Tal pareciera que se busca cada oportunidad en la legislación para echar fuera del país a todo aquel cuya presencia sea percibida como amenaza para el supuesto desarrollo de los Estados Unidos.
El tema de educación es crucial, ya que la educación pública atiende a una gran cantidad de los estudiantes, tanto inmigrantes como nacidos en EEUU y también hijos de inmigrantes. No sería una sorpresa que cualquier modificación al sistema ya existente fuera directamente en detrimento de esta población y en beneficio de entidades privadas.
No obstante, en su discurso Trump presenta esta iniciativa como una oportunidad para los ciudadanos afroamericanos e hispanos para acceder a educación de su preferencia.
La reforma educativa que se proyecta consiste en descentralizar la educación y destinar 20.000.000 de dólares de los programas federales para educación, los cuales se distribuirán entre los estados y a su vez estos expedirían cheques educativos a las familias, con lo cual serían estas mismas quienes elijan las instituciones donde se desea que los hijos estudien, entre estas instituciones se incluyen Universidades privadas, públicas tradicionales y escuelas chárter.
Con estas medidas instituciones educativas privadas se verían directamente beneficiadas de los fondos federales, dando la misma oportunidad de acceso a ellas así como lo hay hacia las públicas.
Esta política parece una forma de privatizar la educación, puesto que se destinará un alto porcentaje de los fondos públicos directamente a entidades privadas y no públicas, en su discurso se percibe un matiz numérico con inclinación hacia finalidades de carácter capitalista donde la educación es lo menos importante.
El mandatario se vale de cifras obtenidas en las evaluaciones de PISA para asegurar que EEUU se encuentra en un nivel educativo inferior que “países del tercer mundo”, dado que se invierten anualmente billones de dólares en educación, se esperaría que los resultados fueran superiores. ¿Pero conoce Trump exactamente la situación educativa de estos países del tercer mundo? ¿Qué significa a día de hoy formar parte de un país del tercer mundo?
Además, sería importante dudar de la fiabilidad de la metodología de PISA, así como de las buenas intenciones del actual presidente de los estados unidos de beneficiar a ciudadanos hispanos y afroamericanos reformando las políticas educativas de los Estados Unidos.
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