“The Social Dilemma” es un documental de Jeff Orlowski que, desde el pasado 9 de septiembre, está dando de qué hablar en Netflix. Este documental explica cómo funcionan las grandes plataformas de redes sociales desde dentro a través de la voz de exempleados/as de Google, Facebook, Instagram, Twitter y Pinterest. El verdadero dilema se presenta cuando acaba el documental y planteas seriamente si es una buena idea o no mantener tu perfil social.
Me miró y la miré, sonrió y le sonreí. Y yo la invité a bailar, y ella me dijo que sí. Seguramente, habrás leído esta frase e inmediatamente habrás puesto el instrumental de fondo en tu cabeza. Incluso sepas cómo se baila, porque el mundo de las redes sociales se ha inundado de vídeos exactamente iguales. ¿Es esta la nueva forma de comunicarnos? Me niego a creerlo, solo una forma más de mantener nuestra atención en la pantalla.
Tristan Harris, presidente y cofundador de “Center for Humane Technology”, es una de las voces principales del documental. Harris plantea que el ser humano no está preparado para recibir aprobación social cada cinco minutos, a pesar de que se haya normalizado en redes. Buscar la aprobación a través de likes es un grave error, pero engancha. Ellos/as lo saben y se aprovechan. Pero no puedes evitar sacar esa pequeña sonrisa al conseguir captar la atención de los demás.
El documental expone el denominado “capitalismo de vigilancia”. Un término acuñado por Shoshana Zuboff, Profesora Emérita de Negocios de Harvard, para hablar de la mercantilización de la información en redes sociales. Nada es gratis en Internet, es algo que deberíamos haber interiorizado hace tiempo. Sin embargo, seguimos dentro del círculo, conocedores de que nuestros datos personales están generando millones a las grandes plataformas, porque hoy más que nunca la información es poder.
La clave de las redes sociales es el algoritmo que utiliza cada una de ellas. Cathy O’Neil, científica de datos, expone a través del documental que los algoritmos no son objetivos y se “optimizan hacia una definición de éxito”. De esta forma las redes sociales tratan de buscar el contenido que más se acerque a tus intereses para captar tu atención. El documental habla de redes sociales, pero también puede incluirse a Netflix por su funcionamiento. Al terminar el documental, te sugerirá otro, por ejemplo “El Gran Hackeo”.
Durante la pandemia del COVID-19 la circulación de fake news se ha visto como una problemática grave. El documental expone que la inteligencia artificial no resolverá ese problema porque “las noticias falsas generan más dinero a las compañías”. Internet nos ha permitido obtener información al instante de casi cualquier cosa, pero entre tanta información hay demasiado ruido. El documental cita un estudio en el que explican que la viralización de las fake news tiene un 70% más de posibilidades de ser compartidas que la información real.
La información que se expone en el documental no es novedosa, pero lo que lo hace valioso son sus testimonios. A pesar del tono apocalíptico, el documental de manera directa e indirecta pone en valor la necesidad de la alfabetización mediática en la población. Hablamos de alfabetización mediática como una capacidad de aprendizaje sobre los medios de comunicación y sobre redes sociales. Es una formación constante y de experiencia acumulativa que nos permite aprender sobre su funcionamiento. La tecnología y las redes pueden ayudarnos, pero es ahí donde entra nuestra responsabilidad digital: saber cómo actuar en ellas, qué mostrar, cuánto tiempo le dedicamos y distinguir fuentes fiables. Todo ello conlleva un proceso fundamental para que la población comience a tomar conciencia de la importancia de cuidar su perfil digital.
“La tecnología no es una amenaza existencial en sí misma, sino su capacidad para sacar lo peor de la sociedad”, afirma Tristan Harris. Cerrar tu perfil en redes es una opción, aunque hoy día resulta casi imposible quedar fuera de este sistema. Pero sí tenemos la oportunidad de abandonar esa actitud de zombie de pantalla mediante la educación digital. Ellos/as siempre van a estar ahí observando nuestros movimientos, pero debemos ser nosotros/as quienes les digamos hasta dónde queremos que sepan nuestras preferencias. La alfabetización mediática no es una opción, es una necesidad.
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